Sin dudas la continuidad de la aguda crisis sanitaria y socio económico, producto de la pandemia, no dejó ileso a ningún gobierno en el mundo. Sin embargo, hay gobiernos como el de Abdo Benítez que, en el marco de una fenomenal crisis, lejos de virar en algo la orientación típica de administraciones corruptas e indolentes hacia los grandes problemas que sufre la población continuó con el mismo derrotero, profundizando aún más las penurias de la clase trabajadora y privilegiando a los sectores burgueses del capital nacional e internacional.
Un gobierno moribundo
No se puede entender la cada vez mayor debilidad política del gobierno sólo a partir del desenvolvimiento corrupto -propio de las administraciones coloradas- sumado a las medidas desatinas y superficiales adoptadas, sino fundamentalmente por su dependencia -y por ende condicionamiento- al sector burgués más degradado y reaccionario del régimen, el cartismo.
Antes de cumplirse la mitad del mandato de Abdo, el proyecto Añeteté se ha evaporado. Si bien la crisis interna tuvo su impacto en ambas facciones, de lejos el sector oficialista es el más golpeado, dividido y desorientado.
Esto no solo se vio en el resultado de las internas municipales, sino en la anticipada candidatura de pesos pesados como el del Vicepresidente Hugo Velázquez y el Senador Juan Afara para la presidencia de la república y de la ANR respectivamente y como respuesta al anuncio cartista de la dupla Peña/Aliana para 2023.
Este cuadro expone fundamentalmente dos cuestiones. Por un lado, a Abdo sólo le resta de ahora en más tratar de cerrar su mandato amortiguando como sea los golpes producto de la crisis y de las internas, manteniendo la alianza por conveniencia con el cartismo.
Por otro lado, el hartazgo por abajo hacia el gobierno explica el prematuro lanzamiento de Velázquez, desprendiéndose del inútil de Abdo; como una reacción de un sector que busca reordenar el partido colorado por fuera de Cartes.
A tal punto avizoran la crisis que arrastran, que surge de manera inédita la perspectiva de alianzas externas por parte de Velázquez. Sin embargo, esta jugada anticipada implica pulsar las fuerzas internas no descartando la posibilidad de acuerdos con el cartismo a fin de evitar nuevas guerras internas y lograr una candidatura consensuada.
Por abajo se respira mucha rabia
Las movilizaciones desarrolladas en las últimas semanas (camioneros, campesinos, indígenas, docentes y médicos) si bien podrían caracterizarse como habituales en la disputa por un presupuesto general acorde a la satisfacción de reivindicaciones mínimas, así como la asistencia efectiva prometida en el marco de la reactivación económica, éstas se constituyen en reacciones ante la insostenibilidad de la crisis y la posibilidad cierta de arrebatar mejoras a un gobierno débil y cobarde.
Los principios de acuerdos relativamente rápidos con los sectores no sólo pretenden patear los problemas para después de las elecciones municipales, sino fundamentalmente que no se constituyan en la chispa que prenda nuevas movilizaciones como en marzo.
Una crisis abierta
La cantidad de infectados y muertos en los picos de la pandemia en los primeros meses del año dejaban cada vez más maltrecho al ejecutivo. La llegada de donaciones en mayores proporciones trajo un respiro y descomprimió las altas tensiones por abajo, lo que empalmó con la inmunidad de rebaño lograda por la cantidad de contagios en los lugares de mayor concentración poblacional, conllevando ello el descenso de contagios y muertes. Sin embargo, esta situación puede ser sólo momentánea de no pertrecharse el sistema sanitario de mejor manera ante una tercera ola que arribará en los próximos meses con las nuevas cepas.
En cuanto a lo económico, el levantamiento casi total de las restricciones y la reactivación prácticamente normal de la vida social ha significado una bocanada de aire. Sin embargo, el retome de las actividades laborales como situación re-estabilizadora está muy lejos de constituirse en un elemento suficiente para poder hablar de una recuperación de los sectores más amplios de la clase trabajadora.
La suba meteórica del combustible ha impactado de manera notable en el costo de la canasta básica familiar y en prácticamente todos los costes de la economía. Para colmo de males, se prevé un nuevo aumento en los próximos meses y la insostenibilidad de seguir pagando el subsidio a los parásitos empresarios del transporte público. Las tres subidas en el año del crudo ya generaron una disparada de precios generales, afectando no solo al rubro de alimentos, sino a todas las cadenas productivas, incidiendo también en los precios de alquileres y servicios generales.
Si bien los informes del BCP, tanto del primer como segundo semestre del año dan cuenta de una recuperación de los principales rubros de la economía, estos no tienen ningún efecto relevante para abajo. Los saldos positivos de la balanza comercial de pago hacen a la acumulación del gran capital, sin que ello conlleve el famoso efecto derrame y la irrigación hacia todos los sectores de clase. Su impacto es siempre indirecto y depende del clima económico para que éste se dé. En una situación de crisis como la que vivimos la tendencia del capital acumulado es el ahorro y la inversión especulativa, no la inversión productiva (Ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia).
Lo que no se puede desconocer es que estos superávit en los principales rubros de exportación dan una sensación de mayor tranquilidad a los grandes capitales y por ende ayudan a aquietar las turbulencias políticas que se daban con fuerza por arriba. Sin embargo, por abajo la situación sigue siendo de escases, resultando raquítica la recuperación de ciertos rubros de sectores medios, sobre todo del sector comercial.
La política del Estado capitalista es profundizar la desregulación laboral, flexibilizar al máximo las relaciones laborales, avanzar en las privatizaciones, atosigar aún más con la política fiscal, achicar el Estado, etc. Las medidas que se perfilan en lo concreto es relanzar los planes tanto de reforma previsional, privatización de la ANDE, negociar el Anexo C de Itaipú en favor de los nuevos barones y del capital brasilero, continuar con mayor endeudamiento y en consecuencia reajustar la reforma impositiva en detrimento de la clase trabajadora y sectores medios, entre otras medidas. En síntesis, asegurar mantener niveles de ganancia a la gran burguesía, abrir nuevos mercados, mantener y profundizar las tasas de explotación y sostener con asistencia focalizada a los sectores más arruinados del proletariado.
En resumen, podemos decir que, a pesar de recuperaciones parciales de la economía, las previsiones de las entidades transnacionales (BM, FMI, etc.) hablan de recuperaciones espasmódicas, pero que lo que primará es un empeoramiento generalizado de la economía que encamina hacia una nueva recesión a nivel mundial, mucho más serias de las vividas recientemente antes de la pandemia. En ese sentido, las condiciones de miseria se irán exacerbando proyectando nuevos estallidos y mayores niveles de represión.
Por abajo se sigue acumulando mucha rabia por tantos enfermos, muertos y despidos. El gobierno trata de apagar lo más rápido posible todos los focos de incendios antes de que se le vuelva a quemar la casa. Habrá que ver si nuevas irrupciones del movimiento pueden superar lo que fue el marzo pasado. El gobierno de Abdo en su tercer año de mandato tiene como objetivo prevenirse de ello a toda costa para evitar salir anticipadamente.
Las tareas de nuestra clase
La tarea de las organizaciones del pueblo trabajador del campo y la ciudad es hacer un gran esfuerzo por caminar hacia una verdadera independencia de clase, ello implica no sólo desconfiar de toda alternativa liberal que se presente como alternativa, sino discutir un programa clasista que conecte con las necesidades más sentidas de nuestra clase para movilizar al conjunto y derrumbar a este gobierno corrupto apuntando hacia la construcción de un futuro socialista.