Se cumplen 2 años (31M de 2017) del intento de imponer la enmienda constitucional que nació del atraco y tuvo una respuesta en las calles.
Por Nito Muñoz
En ese tiempo, todo sucedía en torno a las ambiciones electorales de los representantes de la narcopolítica, con Horacio Cartes a la cabeza. Se sumaban a él, Llano [PLRA] y el cínico y siempre oportunista de Fernando Lugo, que los acompañó en esta aventura aunque sin aparecer demasiado, puesto que, como siempre, sus acólitos hicieron el trabajo sucio. Las consecuencias de esta infame y nefasta jugada dejaron como saldo fatal el asesinato, hasta hoy impune, de Rodrigo Quintana.
En esa fecha se dio una brutal represión policial, repudiada y condenada por amplios sectores de la población, menos por sus cómplices que tildaban de “vándalos” a quienes no pudieron contener más la rabia acumulada y la dejaron fluir. La represión frente al Congreso y la posterior cacería tenían como objetivo preservar lo que se venía cocinando hace días entre 4 paredes y que era impulsado por la alianza cartista-luguista-llanista.
La indignación contenida provocó una reacción que movilizó a un sector de la población y no tardó en consumarse en acciones concretas y que se extendiendo como reguero de pólvora. Las manifestaciones de esa noche expresaban el descontento y el hartazgo generalizado. Principalmente el de los jóvenes, que ganaron las plazas manifestando no sólo su rechazo, sino también toda la rabia contenida contra el gobierno colorado de Horacio Cartes y contra aquellos que intentaron imponer la reelección vía enmienda, entre cuatro paredes, en sesiones paralelas, violando hasta sus propias leyes.
El Congreso ardió por la furia y la ira contenida del pueblo trabajador, cansado de ver, una vez más, el modus operandi avasallador con el que el rampante autoritarismo de Cartes y la desvergonzada corrupción del Parlamento (que sigue y se profundiza hasta hoy), intentaba violentar hasta su principal ley burguesa.
El luguismo pactó con gusto, no tuvo problema de ser un peón de la estrategia cartista. Luego de la quema del Congreso siguió cumpliendo con prestancia y brío el papel que la burguesía tiene para él (y lo hace todos los días hasta hoy). Todo su actuar siempre tuvo y tiene meros intereses electoralistas como telón de fondo.
En los meses sucesivos, los mismos actores de estos bandos continuaron haciendo componendas, pactos y arreglos para seguir sumando privilegios y principalmente golpeando a la clase trabajadora.
La otrora oposición en ese momento, es decir: Marito (hoy presidente), Alegre (aliado electoral de Lugo en 2018) y compañía, que estuvieron en contra de Cartes y sus aliados de “izquierda”, tras la internas de diciembre del 2017, se separaron y mostraron que los intereses de la burguesía están por encima de las rencillas coyunturales, que solo se dan a cada tanto con el objetivo de dejar claro y dirimir quien tiene la sartén por el mango.
Esto queda más patente con el actuar del presidente Marito, cuando a pocos meses de estar en el poder, le hace un guiño al usen y abusen, asumiendo y aplicando las mismas medidas antipopulares de su antecesor. Esto muestra que Mario Abdo Benítez es el continuismo del Cartismo Económico. Es por esto que Marito y Cartes hoy se abrazan, así como hizo Lugo con Efraín en las elecciones pasada; todos simplemente se acomodan para seguir sosteniendo el Estado capitalista, al que quieren acceder o estar cerca para contar con más y más privilegios.
Los contubernios y escándalos se sucedieron uno tras otro. El chamuscado edificio del Congreso fue poco tiempo después (como lo es hoy también) testigo de más pactos. Por ejemplo: a cambio de la presidencia del Senado para Lugo, él y sus compañeros del Frente Guasú dieron los votos para que los hombres de Cartes tengan mayoría en el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados y en el Consejo de la Magistratura (instituciones muy cuestionadas hasta hoy); después vimos la aparición de audios, que sacaron a luz los secretos a voces, sobre la injerencia y el tráfico de influencias que personajes como González Daher tenían en cuanto a fallos y sentencias, muchos de ellos amañadas a favor de sus amigos y no pocas veces en contra de la clase trabajadora que salía a pelear contra las arbitrariedades de las patronales y el gobierno del patrón y capo mafioso de Cartes.
En las hasta hoy carbonizadas paredes de esa cueva de bandidos, que son testigos inertes pero que “oyen”, como sostiene un dicho popular, y que aunque no tengan boca, se hicieron eco de lo que “veían” y “escuchaban” inmutables, hoy por hoy es preciso declarar: que solo los actores cambiaron de bando, pero no abandonan la senda que los lleva a sostener y ampliar sus privilegios, sean del partido con representación parlamentaria que sean. Esta cueva de bandidos sigue siendo un lugar para cocinar privilegios y despilfarrar dinero público, que sale de los bolsillos de los “comunes” y representa casi el 70% de los ingresos al erario, mientras los sojeros y otros parásitos siguen sin pagar impuestos.
Ambos bandos pro-capitalistas (partidos tradicionales de derecha y el “progresismo”) nada saben nuestras vidas, de nuestros intereses, ni dónde realmente nos aprieta el zapato. Se presentan solo en las elecciones para reciclarse y después siguen disfrutando de sus privilegios. Es por eso que hay que denunciarlos no solo en ese episodio en que estuvieron enfrentados, sino en todo momento.
El pueblo trabajador afiliado a estas organizaciones de los patrones, debe romper con ellos, deben desafilarse, tanto de los partidos tradicionales como de los que propugnan ser el “cambio” mientras negocian, actúan en connivencia y complicidad con lo peor de la política paraguaya, debemos decir ¡BASTA!
Los trabajadores no debemos esperar ni poner nuestras ilusiones en las elecciones (ni municipales ni nacionales); ellos nos joden día tras día, hora tras hora. Hay que salir a luchar y exigir que resuelvan los problemas que nos agobian. Este debe ser el camino a seguir, debemos tener claro que en la situación terrible en que vive la inmensa mayoría del pueblo trabajador del cual somos parte, es total responsabilidad de los históricos verdugos que estuvieron y están hoy en el poder, ayudados por esos que se presentan como “alternativa”.
Es necesario estar organizados y movilizados en nuestros barrios, en los lugares de trabajo, en los espacios de estudio. Debemos exigir soluciones. Es importante acercarse a las comisiones vecinales, sindicatos, centros de estudiantes, etc., pero es primordial la construcción de una herramienta política (sí, un partido político) de y para trabajadores. Este partido debe luchar frontalmente contra el sistema capitalista y sus nefastas políticas económicas, responsables de la miseria de la mayoría y de más y más privilegios para una minoría. Este partido debe alejarse y combatir a los oportunistas o reformistas que solo quieren maquillar el neoliberalismo para acceder al poder y gozar de la prebenda junto a sus amigos capitalistas.
El norte de esta nucleación, compuesta solo por trabajadores desde su génesis, debe bregar por construir y/o edificar un nuevo orden social, un sistema donde ya no exista ni la explotación ni la opresión. Y esto solo podrá ser realizado si se camina por una senda clasista, un requisito indispensable que garantiza conducir a la clase trabajadora del campo y la cuidad a la conquistar del poder político.
Sólo así se podrá conquistar mejores días en Paraguay y porque no decirlo para las y los trabajadores del mundo. Todo esto yo lo encontré en el Partido de los Trabajadores [PT], que cumple 30 años de vida política (1989-2019), caminando al lado del pueblo trabajador pobre, con mucha coherencia, con mucha lucha y también con errores que se asumen y se corrigen, para seguir avanzando hacia el socialismo.