Por PT-Costa Rica

Empresarios y políticos argumentan que al aumentar  el peso de la ciudadanía en la elección de los parlamentarios mejorarían la representación del pueblo y su control sobre los legisladores electos.

Anteriormente explicamos cómo la reforma es una trampa que aumenta los votos de los partidos empresariales mayoritarios.

Hoy queremos aprovechar el tema para explicar porqué los marxistas creemos que la democracia en el capitalismo, o democracia burguesa, no es más que “una ficción de representación popular que expresa en apariencia la “voluntad del pueblo” (…) pero en realidad constituye en manos del capital reinante un instrumento de coerción y opresión”[i]  contra la clase trabajadora.

La democracia ha sido enseñada a la clase trabajadora como el “gobierno del pueblo” en donde el pueblo es “soberano” y ejerce su poder mediante el voto.

También que es la forma de gobierno que encarna los valores de Libertad, Igualdad y Fraternidad.

El marxismo, sin embargo, insiste en que la democracia no puede ser verdaderamente entendida sin antes estudiar  las relaciones de producción en la sociedad que determinan la vida de los individuos

En la antigua Atenas el voto y el ejercicio de la función pública era exclusiva para los hombres libres, en especial a los propietarios, y excluía a las mujeres, los extranjeros y a los esclavos.

Hoy, en el capitalismo, existe una igualdad de derecho que permite a cualquier ciudadano elegir y ser elegido; sin embargo, la verdad es que a la  clase obrera explotada le es imposible llegar al poder mediante el sufragio y gobernarse según sus necesidades.

En ambas sociedades, la democracia era una forma de gobierno con la que la clase dominante, capitalista o esclavista, ejercía su dominio sobre las clases explotadas.  La diferencia entre el esclavo griego y el obrero contemporáneo es que en Atenas, el esclavo tenía prohibido votar por el hecho de ser un esclavo, su rol productivo en la sociedad determinaba directamente sus derechos políticos.

Mientras que el obrero, tiene los mismos derechos políticos, la misma Libertad, Igualdad y Fraternidad que cualquier otro ciudadano empresario, terrateniente o profesional.

No existe ninguna ley o autoridad que le prohíba disfrutarlos y aún así, su misma existencia como un obrero que debe vender su fuerza de trabajo por un salario, le impide participar realmente de la democracia para hacer valer sus intereses.

Esta libertad aparente de elegir el gobierno y ser elegido a la que el obrero accede en la democracia burguesa es para  Lenin  “la mejor envoltura política de la que puede revestirse el capitalismo; y, por lo tanto, el capital, al dominar”[ii].

Pero ¿por qué decimos que es imposible que el obrero pueda utilizar la democracia para gobernarse así mismo en su propio beneficio? y ¿por qué está termina siendo una herramienta de opresión en manos de la burguesía?

En el capitalismo la gran mayoría de ciudadanos son obreros que no tienen dinero ni tiempo para dedicarse a la política. Por ende enfrentan grandes dificultades para formar sus propios partidos y competir contra la burguesía en contiendas electorales.

El único uso que el capitalismo les permite dar a la libertad de la que tanto se habla  es vender su fuerza de trabajo a los patrones por un salario y votar cada 4 años por el partido empresarial de turno.

Mientras tanto, la clase capitalista, que se adueña del producto trabajado por los trabajadores y lo convierte en su propiedad privada, utiliza las ganancias generadas por la explotación para para dominar el Estado mismo al financiar a sus propios medios de comunicación para controlar la opinión pública y a sus partidos políticos para que ganen en las elecciones.

Notas:

[i] 4 Congresos de la Internacional Comunista. II Congreso: El Partido Comunista y el Parlamentarismo. P91.

[ii] Lenin. El Estado y la Revolución.