Las manifestaciones de la noche de ayer en Ciudad del Este pone al desnudo la intolerancia de la clase trabajadora a la desidia del Gobierno, a su política de hambre y demás medidas de corte neoliberal.
La situación critica de Alto Paraná y de Ciudad de Este en particular producto del alto nivel de contagio de modo alguno puede descargarse como la «irresponsabilidad de la gente» como plantean las autoridades. Por el contrario, es el gobierno el único responsable al no haber adoptado medidas para sobrellevar los efectos de la pandemia en una zona delicada del país que, por sus características -centralización de su actividad en el comercio fronterizo, exposición a masivos contagios por su cercanía al país de mayor tasa de infecciones- a todas luces necesitaba un plan de contención más riguroso para amortiguar efectivamente el impacto de la crisis.
El drama socioeconómico se profundiza a nivel mundial, nuestro país, por supuesto, no está exento de la degradación de la vida de la clase trabajadora. Las políticas de salvataje de los gobiernos destinados a los grandes capitalistas y al sistema financiero no ha hecho más que atizar un cuadro cuyos síntomas preveen una generalización y profundización de los levantamientos a pesar de carecer de una dirección.
La reacción de las masas no espera orientaciones ante el hambre y la miseria; son sus necesidades materiales las que las impulsa, la rabia y la desesperación rompen todas las barreras y abre camino a nuevos procesos en la lucha de clases.
El gobierno ha respondido con represión para intentar disciplinar a las masas enardecidas, lo que merece todo el repudio de las organizaciones sociales y políticas de la clase trabajadora. Luego de la represión adopta la decisión de acelerar el desembolso de su programa de asistencia «Pytyvo» como mitigante de la desesperación y la reacción enérgica de las masas.
La nueva etapa que vivimos con esta pandemia ha colocado al rojo vivo una situación de crisis aguda abierta mucho antes.
El desafío de los sectores de vanguardia está en exigir las medidas sanitarias para cuidar nuestras vidas combinadas con las económicas para sostener un existencia digna ante la crisis. Para ello es necesario hacer avanzar las movilizaciones hacia una verdadera independencia de clase con un programa que ponga en perspectiva la transformación radical de este modelo socioeconómico que padecemos.
La burguesía busca salvaguardar sus intereses, la clase trabajadora debe colocar los suyos con la vehemencia necesaria para hacer retroceder las políticas que destruyen nuestras vidas y ponernos en perspectiva la organización de una sociedad distinta, dirigida en función a los intereses de las grandes mayorías.