La contienda electoral se enmarca en el enfrentamiento entre Santiago Peña (ANR) y Efraín Alegre (PLRA-Concertación). Pero más allá de esta polarización, la oposición no sólo se reduce a la candidatura de Alegre y la Concertación, sino que existen otros dos espacios relevantes: Nueva República representado por Euclides Acevedo y Jorge Querey y por otro lado Paraguayo Cubas (Payo) con su partido Cruzada Nacional; aunque también existen otras candidaturas como la del ex arquero Chilavert, cuya propuesta conservadora y nacionalista no pasa de una puesta populista irrelevante por su alcance en nuestro tragicómico escenario electoral.

En ese sentido, aunque se pueda reconocer el acierto de denuncias hartamente sentidas como las que expuso Payo en su carácter de senador en su momento, y la osadía para realizar actos irreverentes que le significaron tener simpatía popular, estas no pasan de una peculiar forma de conducirse que no sólo le restan seriedad, si no que expone al mismo tiempo la carencia de programa político alguno que revista atención. Su individualismo como centro de su proyecto, su origen como colorado veleta y su mezcolanza ideológica se expresa en las propuestas que muchas veces rayan el delirio.

Lo que queremos abordar en este material es la caracterización política de los bloques políticos más relevantes y serios de la oposición. Por un lado, el de Alegre y por el otro el de Acevedo. Aunque esto no signifique desconocer el arrastre relativo que imprime el populismo de Payo Cubas en los sectores más atrasados en su consciencia. Hoy presentamos de manera sintética la caracterización de la concertación.

Efraín Alegre, un liberal privatista de la primera hora y Soledad Núñez la representante de la pequeña burguesía nacional.

Alegre es sin duda el candidato más esclarecido en cuanto a su propuesta programática e ideológica. El eje de su campaña viene siendo desde hace bastante “la lucha contra la mafia”, haciendo referencia a la lucha contra Cartes y el cartismo. En ese sentido, hay que reconocer que se constituyó en la principal figura política de la oposición que con mayor determinación realizó una campaña contra el mafioso de Horacio Cartes.

Su programa político más edulcorado no pasa de propuestas como las de recobrar un sistema de justicia más objetiva e independiente, asistencialismo social focalizado, inyección financiera a sectores empobrecidos como el campesinado, etc. Pero lo central es mantener salvo lo que sostiene el modelo socioeconómico capitalista: la protección a la propiedad privada de los medios de producción y de cambio para que los capitalistas de este país sigan ensanchando sus fortunas a costa del trabajo ajeno.

En ese sentido, propuestas como la oposición a la Ley Zavala-Riera no pasa de una retórica vacía en una coyuntura electoral. Cualquier planteo más progresivo -en el marco de reivindicaciones liberales- contemplaría un proceso de reforma agraria que reivindique a fondo la necesidad de la recuperación de tierras malhabidas, la expropiación sin indemnización de latifundios improductivos, la revisión a fondo de los registros catastrales para anular los títulos superpuestos y garantizar la tierra a las comunidades campesinas e indígenas, un freno al proceso de extranjerización del suelo y destrucción del medio ambiente producto de la expansión irresponsable del negocio agroexportador. Nada de esto existe en sus propuestas.

La concertación, más allá de frases grandilocuentes, expone un programa no sólo de continuidad, sino de avanzada del modelo neoliberal que se traduce en la expansión del negocio agroganadero, la continuidad de la timba financiera a través de los usureros de los bancos, la precarización laboral en las fabricas y empresas para abaratar costos a los capitalistas, la prohibición de sindicatos y persecución sindical a los que luchan; la privatización de sectores claves -como ya simpatizó con la Concesión a las Alianza Público Privadas en su momento de la DINAC-; la continuidad de facilitaciones a capitales extranjeros como las maquilas y a las grandes trasnacionales, la continuidad de los negociados a través de la licitaciones públicas en las que pujan los capitalistas, la capitulación total e incondicional al imperialismo norteamericano.

La pequeñoburguesa Soledad Núñez

Ex ministra de Cartes, proviene de la pequeña burguesía asuncena y políticamente la encarna. Su antecedente como “activista social” encuentra su mayor referencia en haber capitaneado la campaña “un techo para mi país” típicas actividades caritativas de las clases acomodadas para expiar un poco sus culpas y alivianar su conciencia de explotadores.

Su falta de aplomo político se reflejó en su participación en el gobierno del mafioso de Cartes, que si bien no la condena como parte integrante de la mafia, muestra cuanto menos su ductilidad política. Soledad Núñez se vale de un curriculum como tecnócrata, lo cual que no garantiza absolutamente nada, pues sus conocimientos técnicos sólo son relevantes de acuerdo a qué intereses de clases está al servicio, y claramente sabemos que no es a favor de la clase obrera.

Por otra parte, busca simpatizar con el movimiento feminista, ello se reflejó en su asistencia a la última marcha del 8 M pasado, mostrando así la “sororidad”, idea que difunde como bandera el feminismo liberal. Aunque el feminismo –de conjunto- levante reivindicaciones democráticas absolutamente justas y transversales, lo que prima es un movimiento desprendido del carácter de clase, propio de ONGs, en las que una Soledad Núñez cabe perfectamente.

Esta es una vulgar forma de intentar empalmar con la explotación y opresión que sufren las mujeres de la clase obrera y las mujeres campesinas, que nada tienen que ver con las mujeres burguesas y pequeñoburguesas que se cuelan en el movimiento de mujeres que aún no tiene, lastimosamente, una clara frontera de clase.

La izquierda rastrera

Detrás del programa claramente liberal de la Concertación se alinearon los sectores de izquierda más profundamente reformistas. Son liberales más a la izquierda por ciertas posturas. Entre ellos están País Solidario de Carlos Filizola y Participación Ciudadana de Esperanza Martínez (ambos del Frente Guasú). Estas organizaciones “progresistas” tienen un programa político tan diluido que ni siquiera se encuentran presentes elementales principios de clase, mucho menos planteos relacionados a métodos revolucionarios o al programa socialista. Hablar de socialismo para esta gente es algo no sólo lejano, sino que hasta es tomado con cierta ironía. En sus intervenciones sus principales referentes ya no tienen ninguna delimitación de clase, su dirección y sus bases comportan sectores de clase media. Su horizonte político no pasa de la utópica y reaccionaria visión de hacer efectiva la democracia y el funcionamiento de las instituciones republicanas.

Una mención especial merecen los tradicionalmente sectarios y delirantes anti elecciones de Paraguay Pyahurá (maoístas) que de repente vieron la luz y viraron bruscamente al oportunismo más vergonzoso y decadente; mientras tienen compañeros presos por la lucha por la tierra de la Federación Nacional Campesina (FNC), se olvidan de estos y no dicen una sola palabra en plena campaña para exigir la libertad de quienes luchan, todo sea por no molestar a sus jefes liberales que le garantizarían un curul en el congreso.

Paraguay Pyahurá pone en práctica su visión etapista, propio del stalinismo/maoísmo, quienes razonan a partir de la vieja fórmula de las contradicciones; en donde la contradicción principal, en este caso, representan los capitalistas del Partido Colorado como lo más reaccionario y la contradicción secundaria serían los capitalistas del Partido Liberal y demás partidos patronales, quienes tendrían una concepción más “patriótica” término que por cierto utilizan reivindicando esta idea burguesa completamente ajena al marxismo.

En consecuencia, para estos, un sector de la burguesía cumpliría un papel “progresivo” colocando como justificativos que estos impulsaran algunas medidas reivindicadas en el campo popular, como las relacionadas a la reforma agraria, reestructuración de sectores productivos, etc. La teoría de los campos los ubica entonces para alinearse detrás de la burguesía menos reaccionaria, apelando así a la vieja expresión del mal menor.

Esta parte de la izquierda reformista le guiña el ojo así no sólo a quien votara por la condena a Lugo en el juicio político en el 2012, sino que, al principal sector burgués de la oposición, acompañando así su programa de cabo a rabo sin ningún tipo de cuestionamiento, todo sea por asegurarse un puesto en el próximo gobierno y “combatir así”, por supuesto, al modelo capitalista que nos hambrea día a día.