Por César Benítez

Muy lejano en el tiempo parece haber quedado aquel febrero de 1952 en que se fundó la Asociación de Profesionales Taxistas de Asunción – A.P.TA., con el noble propósito de defender los derechos laborales de todos los Choferes del Paraguay (choferes taxistas, de colectivo de corta, media y larga distancia, carumbezero de la ciudad de Villarrica y de Encarnación, Cerrero y otros).

Nada ha quedado de aquella primera asociación. La que existe hoy, encabezada por Arístides Morales, ha convertido al gremio en un feudo que opera con códigos gansteriles, y del que se enriquecen un selecto grupo de “dirigentes” quienes poseen su propia flota de taxis y explotan impunemente a sus conductores, negociando por sumas millonarias lugares en paradas cuyos precios se fijan según la apetencia de cada locatario, sin que la municipalidad perciba tributo alguno por la transacción.

La irrupción de las “plataformas digitales” o “intermediadoras” entre “conductores asociados” y los usuarios sin que hasta ahora exista una norma que regule su actividad, los coloca en clara situación de ventaja sobre el servicio de taxis que se rigen por ordenanzas municipales. El nuevo panorama ofrece la ocasión de establecer una norma única que regule la actividad de taxistas, muvers y ubers.

 

Los medios prestos para estimular la alienación de la clase media

En este conflicto los grandes medios de comunicación despliegan una campaña de desprestigio hacia los taxistas; ello, a partir de una mirada discriminativa y de menosprecio hacia estos trabajadores, como si las condiciones de los vehículos que utilizan para cumplir su labor dependieran de ellos y no del patrón a quienes deben dar cuenta de su actividad.

Por otro lado, exacerban las “virtudes” del otro negocio y juegan con las fantasías y superficialidades de la clase media que siempre sucumbe al último grito de la moda o de implementaciones tecnológicas sin analizar mucho más. Algunos, extasiados por el confort que se permiten, otros sintiéndose, además, distintos de aquellos cuya miseria no les permite ser transportado en un vehículo suntuoso –ajeno- pagando un servicio en el que el verdadero beneficiado es la empresa que amasa fortunas de la alienación de la clase media y de la explotación de los trabajadores del rubro.

La campaña de desinformación y alienación se guarda bien de señalar cómo terminan operando estas compañías en otros países una vez acaparado el mercado, donde los beneficios que inicialmente se sienten termina desvaneciéndose en el tiempo.

 

El descubrimiento de la competencia capitalista

De repente, la situación de privilegio que ostentaban los taxistas quienes monopolizaban el servicio, debieron abruptamente, dividir en 3 sus ingresos, al incorporarse sus competidores que incluso ofrecen el mismo servicio a tarifas más convenientes.

Pero estos nuevos “jugadores” no vinieron para ofrecer empleos dignos y bien remunerados, ni cobertura social a sus colaboradores, ni jornadas laborales de 8 horas. Han venido para beneficiarse de las mismas condiciones precarias que ofrecen sus arcaicos competidores, y de la flexibilización laboral que en la práctica representan estas maneras de contratación que, sin mayor inversión que lo que representa registrar una marca, en cambio se llevan hasta el 25% de cada traslado de pasajeros.

La relación costo beneficio no puede ser mejor para los dueños de las marcas. Sus conductores en cambio están obligados a inscribirse como contribuyentes, a emitir factura legal a sus usuarios y a tributar por la facturación mensual.

Para el trabajador la cuestión se reduce a optar a quién explotador servir. Una vez más el dogma capitalista de la libre competencia se aplica con fuerza y se impone a los más elementales derechos laborales ante prácticas monopólicas de dirigentes jurásicos, ausencia de regulaciones, y los paupérrimos salarios de los empleos formales.

 

¿Cuál es la salida al problema?

Conductores de TAXIS, MUV y UBER, debieran, los primeros terminar por decretar la extinción de los dinosaurios que aún los dirigen y los explotan, y, todos, por buscar formas de organizarse y pelear por no ser esquilmados en sus ingresos, en lugar de la estéril confrontación entre trabajadores.  Debemos ejercitar la solidaridad de clase y unirnos para acabar con la explotación laboral, la cual históricamente sufren los trabajadores del taxi. De no hacerlo, muvers y ubers tendrán el mismo triste destino.

A pesar de todas las criticas que se exponen a la explotación del servicio de taxi, nos ponemos del lado de estos trabajadores porque consideramos necesaria la reglamentación para establecer condiciones equitativas para trabajar, y, al mismo tiempo sus reclamos ponen al desnudo su propia situación de precariedad la que se agudizará en el caso de sus competidores que se insertan en la más absoluta desregulación para operar, inscribiéndose así en un capitulo más de la trampa neoliberal. Esta faceta de la innovación del negocio a la prensa empresarial no le importa mostrar.

Organizarse en sindicatos para el acceso a seguridad social, jubilación y beneficios sociales es el primer paso para dignificar el oficio. Luego, todos los problemas nos son comunes como clase trabajadora. Es por ello que es necesario superar la disputa sobre qué plataforma capitalista es menos ruin, cuál patrón menos explotador y buscar la salida política que nos conduzca a un futuro mejor.

La salida de fondo para los trabajadores, no sólo de estos servicios, sino para el conjunto, es tener una mirada crítica sobre lo mal que vivimos en esta sociedad capitalista y avanzar en la organización de nuestra clase, movilizándonos por nuestros intereses de manera solidaria para permitirnos luchar por un futuro mejor, alejado de todos los males productos de este sistema que nos condena siempre a los de abajo a vivir esforzándonos para el bienestar de los de arriba.