Las elecciones burguesas abren sus compuertas con la más amplia oferta de promesas de cambios. El ritual del sufragio sigue engañando a la inmensa mayoría del pueblo trabajador que, atrapado ante las falsas ilusiones, espera que el cambio en nuestra sociedad venga de nuestros verdugos de siempre.

            El escenario electoral no deja opción a la clase trabajadora para apostar siquiera a un programa clasista elemental, mucho menos una alternativa obrera, revolucionaria y socialista que apueste a sacudir al pueblo trabajador para desengañarlo de la farsa que representan las elecciones y prepararse para organizarse y salir a luchar por un gobierno de nuestra clase, de los trabajadores, con un programa revolucionario.

            Hay un abanico de candidaturas con programas marcadamente liberales, aunque sean dos los que polaricen fuertemente el ambiente electoral, el Partido Colorado por un lado y la Concertación por el otro. Estas dos opciones son la que tienen posibilidad real de tomar el timón del Estado.

            Ni siquiera se puede señalar que exista hoy un proyecto burgués “atípico”, como fuera el plasmado por el gobierno de frente popular o de colaboración de clases representado en su momento por el programa Lugo-Franco 2008/2012. Estamos hoy ante la polarización de dos proyectos claramente burgueses, aunque de naturalezas políticas distintas en cuanto al carácter del régimen que representan.

¿Cuál es la situación del pueblo trabajador?

            La coyuntura electoral se enmarca en un momento de continuidad y agudización de la crisis económica, con una deuda externa que raya la insostenibilidad, arrastrando un déficit fiscal a consecuencia de una presión tributaria profundamente desigual. La inflación galopante, a pesar de cierto freno relativo en el último periodo, sigue erosionando los salarios de miseria. La mayor parte de la clase trabajadora apenas llega a fin de mes, viviendo miserablemente y endeudándose  para sostener aspectos básicos para subsistir.  

            La desocupación y subocupación sigue afectando a gran parte de la juventud, mientras se mantiene una brutal precarización para quienes acceden a algún empleo. La dictadura de las patronales se enseñorea impune ante la persecución a quienes buscan organizarse en los lugares de trabajo, contando con la ayuda de las burocracias sindicales corruptas y traidoras. Son excepcionales los casos de una dirigencia clasista y combativa, la mayoría de la cuales están aisladas y debilitadas.

            El sistema de salud remolca una crisis continúa. Tras la pandemia mantiene su estructura precaria y negligente; situación similar ocurre con el sistema educativo atrasado, donde ni siquiera se garantiza una estructura edilicia acorde, como tampoco la merienda escolar para miles de niños y niñas. La educación terciaria puede decirse que hoy es prácticamente ya una mercancía más, en la que se ofrece una formación mediocre como regla. 

            Otro problema central en el país es la inequitativa tenencia de la tierra, problema que no ha sido solucionado a lo largo de más de 30 años de democracia liberal, sino que se ha profundizado la extranjerización a través de la extensión de la frontera agro-ganadera con la consecuente expulsión de comunidades campesinas e indígenas que soportan la miseria y la criminalización cuando salen a luchar.

            En este contexto de profundización de la barbarie que conlleva el sistema capitalista se ha agudizado la violencia y opresión hacia las mujeres de la clase trabajadora y sectores populares, quienes viven presas de diversas situaciones en las que se expresa la cultura machista que las acosa, violenta y mata de manera cotidiana. Lo mismo puede decirse de la comunidad LGBT, quienes sufren diversos factores de exclusión, violencia y opresión.            

            A todo esto se suma el salto que ha pegado el crimen organizado, cuyos tentáculos corrompen todo a su paso, produciendo cada vez mayor degradación y corrupción de las instituciones.

            Este es el escenario en el que se presentan las promesas electorales de neoliberales de distinto pelaje y donde la clase obrera está huérfana de una dirección política vigorosa que la arranque de su letargo para emprender las luchas en las calles, lugar natural donde la historia se mueve.

La derechización completa del reformismo

            La izquierda reformista, de conjunto, tiene un claro giro a la derecha, tanto quienes se alinean detrás de Efraín Alegre como quienes lo hacen detrás de Euclides Acevedo. Es decir, ambos proyectos son programas liberales, apenas con un discurso más progresista unos que otros y/o con mayor base popular o no, aspectos irrelevantes en cuanto al programa político que representan a y sus direcciones.

            Lo que define el carácter de un partido o movimiento político es el análisis conjunto que implica su programa político, la composición social de su base, el carácter social de la dirección, su forma organizativa y sus métodos, etc. De todos estos elementos, las dos características centrales son la dirección y la política (Moreno, Nahuel; 1973)[1].

            En ese sentido, señala Moreno (1973) que: “El problema de clase de la dirección no es su origen social, sino si esa dirección se propone construir o no una organización obrera orgánicamente independiente de la burguesía. Es decir, si ese espacio político representa una alternativa de independencia de clase.  

             Continua Moreno, “(…) El hecho aislado de que su base pueda ser mayoritariamente obrera, como es el caso, por ejemplo, del peronismo argentino, (y podríamos agregar nosotros, el PT brasilero) no cambia el carácter de clase de la organización y de su dirección, solo la hace más nefasta y peligrosa.”

            Este tipo alianza de la izquierda reformista con sectores burgueses conlleva un entreguismo completo, no está siquiera planteada una participación real se sectores obreros y campesinos en el futuro gobierno, como sucede en los frentes populares, sino la sumisión completa a un campo burgués al que se considera progresivo y por ende se lo apoya políticamente. Una dirección de este tipo no solo pretende adormecer a la clase trabajadora con ilusiones parlamentarias de cambios, sino que ofrece una serie de medidas liberales para continuar su agonía en un escenario menos hostil del que representaría la propuesta burguesa más reaccionaria (cartismo). 

            En ese sentido, el Frente Guasu y otros grupos de la izquierda reformista y de centro derecha, más allá de sus diferencias por elegir uno u otro sector liberal, adoptan en los hechos la política que impulsan esas direcciones liberales. En otras palabras, adoptan en los hechos un programa burgués que comporta una política antipopular de ajuste en lo económico, de privatización, de repartija de los grandes negociados estatales; de asistencialismo focalizado en lo social, continuidad de precarización laboral y una prolongación en el sometimiento al imperialismo y su política de saqueo. 

            La caracterización particular de Alegre o Acevedo y sus antecedentes políticos representan sin duda elementos para reforzar la caracterización más general, de lo que ahora se trata es de poner los elementos más globales que nos ubique en lo que representan estos proyectos liberales.      

            El peligro del cartismo

            Del otro lado se ubica el cartismo con Santiago Peña a la cabeza, expresión de derecha que no sólo conlleva un programa liberal a fondo, sino que además expresará un régimen político quasi-dictatorial, como el del 2013/2018. Aquella experiencia supuso un ataque a derechos y garantías básicas liberales y la persecución implacable contra los luchadores.

            Horacio Cartes y su modo capo mafioso de conducirse, que todo lo compra y corroe, se constituyó en el Bonaparte autoritario que llevó a una grave degradación de las instituciones democráticas liberales (órganos estatales) al punto de agotarlas profundamente. Si no se modificó completamente el régimen político fue por las reacciones populares que se dieron en torno a hechos significativos, entre ellos, el intento de enmienda constitucional y todo el desenlace conocido.    

            Este sector no sólo cobija a los grupos sociales más reaccionarios y retrógrados, sino que impulsa su movilización como ocurriera con los anti derechos denominados irónicamente “pro vida”. El cartismo no sólo ha asumido este tipo de discursos, sino que sus referentes se han convertido en sus voceros en recintos como el Congreso.

            Tal es la compenetración del cartismo con estos sectores que además de estimular discursivamente su propagación, financian su desarrollo y crecimiento, en alianza con sectores religiosos del mismo talante. El cartismo es uno de los principales referentes para instalar de manera muy significativa los discursos de odio y discriminación con los que tergiversan y atacan a los sectores más oprimidos.

            Cuando nos referimos que un eventual gobierno de Peña sería la continuidad del 2013, no estamos diciendo que sería un gobierno calcado al del propio Cartes, ello debido al debilitamiento de este sector por los ataques coyunturales que recibe de parte del imperialismo. En ese sentido, de continuar los golpes con un eventual pedido de extradición se profundizaría la crisis en su interior conllevando ello una desintegración progresiva como dinámica, fenómeno que ocurriera con Oviedo tras su muerte. En ese sentido, los ataques del imperialismo y de parte de la burguesía nacional, si bien no matan al cartismo, lo debilitan profundamente.

            Sin embargo, las especulaciones sobre lo que vaya a pasar con Cartes en el futuro inmediato no altera la caracterización de este sector de ultra derecha y las consecuencias que implicaría para el régimen político liberal si llega al poder.

            En síntesis, no estamos al frente de la confrontación de programas liberales de similares características, sino ante confrontación de dos modelos liberales que representan regímenes políticos distintos, el de Alegre y el de Peña, candidaturas que polarizan en las elecciones.

            Un eventual arribo del cartismo a través de Peña se traducirá en ataques y peores condiciones para la reorganización de la clase trabajadora y en consecuencia un ambiente mucho más hostil para reoganizar a la clase obrera de manera independiente y construir un partido revolucionario. Esta circunstancia es trascendental para no colocar la opción del voto nulo, pues ello significaría igualar en los hechos ambas expresiones políticas en disputa.

¿Qué deberíamos hacer los trabajadores?

            Para estas elecciones no existe un partido con la suficiente capacidad de presentarse como alternativa de poder para la clase trabajadora con candidaturas de luchadores obreros y campesinos así como tampoco existen otras candidaturas presidenciales que planteen ni siquiera la independencia de clase como un aspecto progresivo para avanzar más allá de las propias elecciones.

            Por otra parte, al no existir segunda vuelta en nuestro sistema electoral y por la caracterización que tenemos de ambos proyectos, de ello se desprende la necesidad de llamar a votar contra el cartismo, es decir un voto critico a favor de Alegre, lo que no significa ni por un segundo ningún apoyo político, pues será un gobierno enemigo de la clase trabajadora a quien denunciamos y contra el cual nos aprestamos a luchar en caso de que llegue al gobierno.

            En caso de que el ganador de la pugna electoral sea Santiago Peña, la política de nuestro partido será la de llamar a un frente único de movilizaciones y luchas en las calles para enfrentar al gobierno reaccionario del partido colorado que pone en peligro la alteración del régimen democrático liberal con todas las consecuencias que ello supone.

¿Y las candidaturas pluripersonales?

            Nuestra postura ante las candidaturas pluripersonales es la de llamar a votar a todas aquellas candidaturas obreras, campesinas y de sectores populares, quienes a pesar del error de formar parte de proyectos burgueses expresan, contradictoriamente, su intención de asumir posiciones de independencia de clase. Consideramos que existen candidaturas honestas de referentes del campo popular, que más allá de sus límites programáticos, representan una alternativa ante los sectores de derecha que se envalentonan generando un clima asfixiante para reorganización a la clase trabajadora.

¿Pero y entonces cuál es la salida ante tanta podredumbre y desolación para nuestra clase?

            Toda la izquierda, los militantes y activistas sociales honestos anhelan derrotar en las urnas al odioso Partido Colorado, un verdadero cáncer, responsable de muchísimo daño al pueblo trabajador hace décadas. Ese deseo es justo y compartimos esa voluntad de tumbar a ese aparato corrupto y mafioso.

            Pero, para avanzar hacia transformaciones profundas, estructurales, es necesaria no sólo la caída del Partido Colorado, sino de todos los partidos patronales cómplices de este sistema de explotación y opresión. Esto sólo será posible por medio de la organización y movilización de la clase obrera como vanguardia y otros sectores populares como el campesinado.

            Sin la existencia de un proceso que se desarrolle hasta transformarse en insurrección y ponga contra las cuerdas a la burguesía, es imposible soñar con un futuro mejor. Es necesario enfrentar al Partido Colorado, pero no sólo a ellos, sino a todos los partidos de los empresarios y los ricos de este país que viven a costa del sudor y sacrificio de miles.

            El oportunismo político de la izquierda reformista –nucleados fundamentalmente en el Frente Guasu Ñemongeta- es conteste a su programa político, lo que significa que no plantean un cambio radical de la sociedad capitalista, sino apelar a medidas que busquen humanizar el funcionamiento del sistema capitalista, para gradualmente, en sucesivas etapas, ir avanzado pacíficamente hacia una sociedad socialista, es decir, una mirada idealista de la historia. De allí su adaptación total y completa a las instituciones burguesas. 

            Esta concepción de izquierda tiene sus bases en la socialdemocracia, en el stalinismo y el maoismo, cuyas expresiones de traición y capitulación se dieron en distintos modelos englobados en lo que se denominó “socialismo del siglo XXI”, siendo el Castro-Chavismo su expresión más significativa.

            La izquierda revolucionaria marxista apuesta a la organización y movilización de los trabajadores para la tomar del poder, el desplazamiento de la burguesía de los medios de producción y la instauración de la dictadura del proletariado para el cambio revolucionario de la sociedad, para que sea la clase obrera en alianza con el campesinado -a través de sus organizaciones- la que efectivamente gobierne para la inmensa mayoría.

            Hoy la historia nos pone ante la disyuntiva gobierno democrático liberal vs gobierno autoritario liberal. Esta encrucijada no es menor y los revolucionarios no dudamos que mantenernos en los límites que nos ofrece la democracia burguesa es mil veces mejor para preservar lo que débilmente hoy tenemos como organizaciones y al mismo tiempo nos da mayor posibilidad para reorganizarnos, lo que resultaría hartamente más difícil ante un gobierno liberal autoritario como el que representaría el de Peña y la mafia cartista.            


[1] Capa, Miguel (Nahuel Moreno); Greco, Eugenio & Franceschi, Alberto; Tesis sobre el guerrillerismo (1973).