La última gran irrupción del movimiento estudiantil se dio en el 2015 en el marco de las protestas que tumbaron al corrupto rector Froilán Peralta. Antes, los secundarios habían tumbado a la entonces ministra cartista Marta Lafuente.

Aquel #UNANOTECALLES fue un formidable empuje que sin embargo no logró la tan ansiada reforma del estatuto de la UNA, al contrario, lo que se modificó finalmente fue en detrimento de la democratización tan anhelada. Pasaron 8 años de aquella experiencia hasta llegar a un nuevo levantamiento de las y los hijos de la clase trabajadora.

El movimiento que hasta hace unas semanas irrumpió nuevamente el escenario político sin dudas sacudió al gobierno que se jactaba de avasallar una vez más con su vanagloriado proyecto de Hambre Cero que deja sin la garantía de que existan fondos que cubran el Arancel Cero y otros programas como Becal, Conacyt, etc.

La brisa fresca del movimiento estudiantil fue contagiante y cargó de esperanzas a los sectores de la clase trabajadora que salieron a luchar meses antes contra la Superintendencia. Las movilizaciones fueron a nivel país, donde las masas estudiantiles demostraron que no eran un grupo reducido como afirmaba el cartismo, poniendo toda la carne en las calles con la creatividad, diversidad y fuerza que caracteriza al sector.

El resultado de este primer round

En primer lugar hay que señalar que estamos ante una victoria del movimiento sin dudas, sólo que ante una victoria aún relativa porque la pelea no está cerrada. Haciendo un balance objetivo podríamos decir que el resultado tiene un doble signo. Porque, por un lado, el levantamiento del sector más dinámico de la clase trabajadora es sin duda una buena noticia para el conjunto de nuestra clase, pero además porque su irrupción significó doblegar al gobierno que tuvo que buscar la manera de blindar los fondos que quedaban a su suerte y en la incertidumbre que sea cubierta por los fondos rígidos del tesoro, fuente que es deficitaria año a año.

El aspecto negativo es que la entrada con fuerza del movimiento se retrasó, pues ya con la ley sancionada reaccionó el conjunto del estudiantado, antes era sólo la vanguardia de las facultades más politizadas. El otro aspecto negativo es que el gobierno logró frenar el envión de las movilizaciones con la instalación de las famosas mesas de diálogo. Este aspecto, sin embargo, no es determinante, pero lo cierto es que no pudo derogarse aún la ley de Hambre Cero y el gobierno logró desactivar momentáneamente el ascenso que tenía el proceso de lucha.

Replegarse para tomar impulso

Esto último hay que tomar con los matices que tienen los factores arriba indicados. Es decir, no era real que el movimiento se mantenga en la cresta de la ola por mucho más tiempo considerando las circunstancias de la incipiente reorganización del estudiantado, sus grietas, enemigos internos que incluyen a las propias autoridades y representantes estudiantiles alineados al partido colorado.

Pero esta primera experiencia sirve para que sean los propios estudiantes quienes a partir de los balances necesarios calibren el mejor momento de volver a salir a las calles en unidad de acción con otros sectores como fue la última movilización estudiantil y el 1° de mayo que tuvo un marco espectacular luego de mucho tiempo.

La unidad obrero/estudiantil empezó a levantarse nuevamente y hay mucha esperanza de que las próximas luchas recojan las experiencias y avancen en victorias.