El caso del abogado que agredió física y verbalmente a una funcionaria pública, utilizando expresiones como «Sigapy» para reafirmar su posición de poder, no es un hecho aislado. Este tipo de violencia no solo refleja actitudes individuales, sino que está profundamente arraigado en una estructura estatal y social que la avala y perpetua la violencia de género.

Desde el Estado, se observa una complicidad total en la forma en que se manejan (o se ignoran) los casos de violencia de género. Esto se evidencia por ejemplo en las denuncias que no son tomadas en serio en las comisarías, las investigaciones se estancan, y las respuestas institucionales muchas veces refuerzan estereotipos machistas, como sugerir a las mujeres que vuelvan con sus maridos agresores o minimizando cualquier hecho de violencia denunciada por mujeres. Estas actitudes no solo deslegitiman las experiencias de las víctimas, sino que también normalizan la violencia como parte de la vida cotidiana.

La lucha de las mujeres contra la violencia y el Estado como principal enemigo.

No es la primera vez que Walter Ramón Acosta, que fue asistente fiscal y asesor de la municipalidad de Santa Rita, protagoniza actos de violencia desenfrenada. Ya que en el 2017 fue detenido por actos violentos durante un desalojo. Y como tampoco sorprende de este Estado inoperante y machista, los policías presenciaron el hecho, pero no atinaron a intervenir y la fiscalía dio suficiente tiempo para que pueda escapar.

Prepotencia machista y el uso del poder.      

El «macho paraguayo» encuentra respaldo en un sistema que minimiza y justifica sus acciones. Este sistema no solo tolera la violencia, sino que la instala como una herramienta de control y dominación. Es urgente reconocer que la violencia de género no es un problema individual, sino una manifestación de un entramado de poder que debe ser desmantelado desde sus raíces.

El caso evidencia una prepotencia machista evidente: no sólo el golpe físico, sino también el grito de «SIGAPY» que elude a una posición de poder, como si el hecho de que una mujer hable con autoridad mereciera «corregirse» mediante la violencia. La frágil masculinidad, incapaz de aceptar la igualdad, recurre a la agresión para reequilibrar lo que considera una «desproporción» en la correlación de fuerzas.

Los datos muestran con claridad la realidad

El INE en su publicación del 2023, indica que mujeres entre 18 y más, han recibido algún tipo de violencia en su vida, haciendo un porcentaje del 78.5%. según el tipo de violencia:

60,9% violencia sexual

57,8% violencia psicológica

25,7% violencia física

25% violencia económica

De acuerdo al informe 8 de cada 10 mujeres ha pasado por algún tipo violencia en su vida.

En la función pública 8 de 10 han tomado conocimiento de algún tipo de violencia en el ámbito laboral, pero que prefiere callarlo. No solo reciben violencia de parte de extraños, sino también en el propio ambiente laboral de parte jefes y compañeros.

¡Basta de violencia machista!

¡Exigimos que el Estado, mediante sus instituciones, cumplan con la protección integral de las mujeres!

¡Nos solidarizamos con la trabajadora del INTN y repudiamos y condenamos el actuar machista del abogado Walter Acosta!