Estamos viviendo, en distintas partes del mundo, una situación generalizada de crisis económica y, en consecuencia, una alta polarización social producto de la tensión de la lucha de clases que se expresan en manifestaciones multitudinarias y situaciones de insurrección popular.
En lo que va del año se han dado numerosas luchas.
En Latinoamérica y el Caribe se cuentan Haití, Puerto Rico, Honduras, Venezuela, Argentina, Ecuador, Uruguay y por último el caso de Chile; en Europa el Brexit genera enormes tensiones en Inglaterra e Irlanda, las protestas climáticas en Holanda, las movilizaciones independentistas en Cataluña, etc. En oriente próximo se dieron enormes movilizaciones en el Líbano, en tanto que en Hong Kong siguen las movilizaciones y actos de protestas contra el gobierno.
Si bien todas estas acciones de masas tienen que ver de manera directa o indirecta con la crisis capitalista a nivel mundial, se expresan de modo y con ritmos diversos, y con características particulares en las que se combinan a su vez elementos comunes.
Vale destacar el levantamiento heroico del pueblo ecuatoriano encabezado por el movimiento indígena organizado en la CONAIE que tuvo su desenlace el 14 de octubre pasado con la derogación del decreto que había eliminado el subsidio a la gasolina y el diesel como parte de una serie de exigencias del FMI para recibir un préstamo. Siete muertos, más de mil heridos, más de mil doscientos presos políticos, la total militarización y represión en las principales ciudades con el estado de excepción y el toque de queda, no impidieron que se luchara hasta lograr una victoria parcial.
Lo sucedido en Ecuador merece un destaque especial considerando el control por parte de masas populares de departamentos enteros y la toma de rehén de grupos de militares, que dio, por momentos, una situación de doble poder.
Este riquísimo proceso dirigido por la CONAIE fue acompañado por los trabajadores de las ciudades y estudiantes que se unieron de forma espontánea clamando por mucho más, incluyendo el ¡fuera Lenin Moreno y el FMI! A pesar de esto, la CONAIE, desde el inicio estableció únicamente dos objetivos: derogar el decreto 883 y la destitución de la ministra de gobierno y el ministro de defensa por considerarlos como los principales responsables de la brutal represión policial que se desató contra los manifestantes desde el primer día del paro.
Por su parte, el pueblo chileno protagonizó la lucha más fuerte que se ha dado en ese país desde la caída de Pinochet. Las manifestaciones contra el presidente Sebastián Piñera se iniciaron por su decisión de aumentar el precio del metro de Santiago, lo que avanzó en el reclamo de otras reivindicaciones de tipo estructural y significó revueltas que desencadenaron brutales represiones, declaración de estado de excepción y toque de queda. A la fecha se contabilizan más de 20 muertes, miles de heridos, torturados y mujeres violadas.
Se cayó por el suelo y se hizo añicos el discurso del modelo liberal exitoso chileno, y se pusieron en marchas movilizaciones que se plantan ante la represión, haciendo caso omiso a las concesiones que quiere otorgar el gobierno para descomprimir las luchas. Hoy está planteada la potencial independencia política de la clase obrera chilena, lo cual la burguesía, a toda costa, intentará contener. Es tarea de los partidos revolucionarios desarrollarla y hacerla avanzar dándole una dirección política.
No hay dudas que se ha abierto en Latinoamérica una nueva situación en la lucha de clases, una situación revolucionaria en los casos de Haití, Ecuador y ahora Chile donde, con la huelga general, se ha puesto en claro que las reivindicaciones sobrepasan a las meramente económicas y exigen la destitución de Piñera y cambios profundos en materia de salud, jubilación, educación, etc. La clase dominante está dividida y aterrorizada, la clase media paralizada, y la clase trabajadora se sigue organizando para ir por más.
No podemos vaticinar cómo terminará el proceso, pero sin dudas se ha abierto una nueva situación donde las masas hacen sus experiencias y sacan conclusiones políticas de manera más veloz. Estas experiencias de luchas hacen que la clase trabajadora pase por encima, incluso, de las podridas burocracias sindicales conciliadoras, y aunque no las terminan aún por derrumbar, pone en perspectiva la conformación de nuevos organismos surgidos al fragor de las batallas.
Las luchas que se dan en el continente podrán extenderse y avanzar a condición de disputar en la vanguardia la elevación de un programa revolucionario para la acción, que ponga en perspectiva la toma del poder por la clase trabajadora a través de sus organismos, utilizando todas las mediaciones tácticas hasta el derribo de todo el aparato burgués.
Nuevas luchas se abren e implica toda la atención de los sectores revolucionarios para intervenir de manera coordinada en la lucha de clases, construir el partido de la clase obrera y avanzar hacia la tan ansiada toma del poder.