Por Araceli González y Adri Gracia

María Fernanda Benítez no pudo decidir sobre su cuerpo, no pudo decidir ser madre. El joven que la embarazó decidió sobre la vida de ella, la torturó y asesinó para no hacerse cargo. La realidad en nuestro país para la mayoría de las mujeres es un escenario de discriminación, miedo y violencia; mientras cínicamente personajes como Raúl Latorre y otros representantes del oficialismo se llenan la boca con el lema fascista «Dios, patria y familia» las cifras de feminicidios y violencia de género no paran de aumentar.

Este crimen horrendo no es cometido por un chico enfermo, sino que expresa la naturalidad con la que se pondera la vida de las mujeres, producto de la concepción machista, donde la salud, la integridad y la vida de las mujeres no valen.

Un nuevo fracaso del Estado mediante sus instituciones

Los chats que salieron a la luz expresan esa cultura machista, que atraviesa a hombres y mujeres y que está naturalizada y afianzada por el propio Estado y las medidas políticas de los gobiernos burgueses que ningunean, subestiman y desprecian los problemas estructurales que sostienen la cultura de opresión hacia las mujeres y minorías sexuales.

Las concepciones machistas, reaccionarias y retrógradas se manifiestan en la oposición de crear juzgados especializados en materia de género, en la oposición de la penalización del criadazgo, el rechazo a la educación sexual integral (ESI) en las escuelas y la complicidad del Estado respecto a liquidar los Ministerios de la Mujer y de la Niñez y la Adolescencia para fusionarlos en el «Ministerio de la Familia» sin perspectiva de género. Al gobierno no le interesa fortalecer los ministerios mencionados que cargan con presupuestos insuficientes, abarrotados de casos. La responsabilidad del Estado en el alarmante número de hechos de violencia es evidente.

En el lamentable caso de María Fernanda se pudo observar claramente la inoperancia fiscal y policial, mismo patrón que se verifica en todos los casos fatales que vemos diariamente, lastimosamente este caso no fue la excepción; donde, para colmo, el padre de la víctima cargó con la labor de investigador ante la inutilidad e indolencia de las instituciones estatales.

La rabia expresada por parte de familiares y la población indignada de Coronel Oviedo es absolutamente comprensible y legítima, más aún ante las sospechas de vínculos de la familia del victimario con personajes nefastos como el senador Silvio Ovelar y con operadores del sistema de justicia.

Una cultura que mata

La violencia de género hace parte de las tantas problemáticas sociales ligadas al funcionamiento del sistema capitalista, que no sólo sostiene el sistema de explotación, sino de opresiones para dividir y mantener en el oscurantismo a los sectores más retrasados de la clase trabajadora.

Esa expresión de sectores atrasados la componen fundamentalmente aquellos que se autodenominan «pro vida y pro familia» que no advierten que la educación tradicional arcaica es la que incuba las distintas formas de violencia machista que salen a diario. No se tratan de «varones enfermos o trastornados» son hijos sanos de la cultura machista y la solución no pasa por el quantum de la pena, las problemáticas sociales no pueden ser abordadas desde el derecho penal.

Los feminicidas, golpeadores, abusadores son producto de una sociedad enferma sostenida a partir de la educación tradicional oscurantista y retrógrada. La barbarie a la que nos somete el sistema capitalista que prohija las diferentes formas de opresión no terminará con elevar las penas, sino con un cambio profundo del sistema social, político y económico que sostiene estos malestares sociales tan dolorosos.

Este triste desenlace con la vida de María Fernanda abre el debate que debemos hacer con absoluto respeto y paciencia sobre temas relacionados a las diferentes formas de violencia que sufren las mujeres y minorías sexuales, la necesaria educación sexual, el aborto y otros temas polémicos para avanzar en la comprensión de las raíces de los problemas y elevar la consciencia de la clase trabajadora.

Casos como el de María Fernanda seguirán lastimosamente ocurriendo si no hacemos parte de un cambio radical en la sociedad, por ello creemos que las mujeres de la clase trabajadora y los demás sectores oprimidos deben ser la vanguardia de esta lucha, organizándose en los lugares de trabajo, en los sindicatos, asociaciones, en los barrios populares para abordar seriamente el origen de la violencia machista y combatirla en todos los terrenos.

¡Plena solidaridad con la familia de Fernanda!

¡Justicia para Fernanda!

¡El Estado es responsable!

¡Organización y lucha de las mujeres contra la violencia machista!