Simultáneamente a la jura de Mario Abdo Benítez como presidente, en 3 plazas asuncenas había actos públicos de celebración por la salida de Cartes por la puerta de atrás y de reclamos al gobierno que estaba subiendo. Es la imagen de un nuevo momento político.

Momento que se inició con la quema del Congreso y aún con altibajos no dejó de desarrollarse: las sucesivas derrotas de Cartes, las renuncias forzadas -por inusitadas y persistentes acciones públicas del pueblo- de Ibáñez, González Daher; el desafuero de Buzárquis, las noches de Díaz Verón en Tacumbú; o la derogación del autoblindaje parlamentario en un santiamén, hacen parte de un mismo proceso.

Un destaque especial merece el rechazo forzado en Senadores del Proyecto de Ley de Superintendencia e Inversiones de los Fondos de Jubilación y Pensiones. Aunque resulte paradójico, los “cartistas” antes fanáticos del proyecto, votaron en contra.  No es un dato menor que ningún senador “votó a favor de ley”, cuando que una semana antes no pasaban de 14 senadores a favor del rechazo, de los 45 que integran la Cámara. Varios senadores, aunque realizaban consideraciones sobre las bondades del Proyecto, lamentaban tener que votar en contra a raíz de la presión popular.

Se deja atrás, de este modo, la onda opresiva contra el pueblo trabajador que aplicó el Nuevo Rumbo de Cartes a los efectos de facilitar los negocios y permitir a la minoría de grandes propietarios usar y abusar de todo tipo de recursos del país.

Hay que decir con claridad, el gobierno de MAB postula un gobierno que continuará con el paraíso fiscal para los ricos, con la ortodoxia neoliberal y un rancio conservadurismo a todo nivel. Se agrietó y quebró “lo establecido” como unidad en las alturas y se está en un franco proceso de recomposición burguesa burocrática que está provocando enojos, revanchismos y resistencias, es decir temblores políticos en casi todas las dimensiones. Y por ahora y a diferencia de Cartes, que desde el inicio impuso una aplanadora incontestable por años, el nuevo gobierno de Marito debe nadar en aguas turbulentas y con tiburones merodeando.

El nuevo momento se concreta de mil modos, pero su motor es el hartazgo del pueblo trabajador que vive remando en medio de grandes adversidades. Por esas fisuras y quebraduras en las alturas, entraron las reivindicaciones del movimiento de trabajadores, ora en acuerdo con otros sectores de otras clases, ora en solitario, forzándolas y sobre todo, aprovechándolas para organizarse y reorganizarse. El nuevo momento se expresa en logros políticos y sociales que antes parecían inalcanzables, en conquistas que poco tiempo atrás eran imposibles. Y por la mayor extensión, amplitud, intensidad y continuidad de las acciones por parte de diferentes sectores del pueblo trabajador.

Si todos los elementos se siguen desarrollando positivamente desde la perspectiva de la clase trabajadora, es probable que entremos a una situación política general más favorable todavía. Por ahora, ciertamente, los vientos vienen en popa empujando hacia adelante el barco del pueblo trabajador y de sectores que sufren discriminación u opresión.

Las banderas democrática-políticas son las que ganan mayor adhesión y masividad. Más si cuentan con la promoción y abierto impulso de los grandes medios de comunicación. En cierta manera es lógico que así sea.

Sin embargo, el movimiento del pueblo trabajador, la clase trabajadora debe colocar los temas de mayor calado social, económico y político: las binacionales y sus acuerdos antinacionales, el sistema de impuestos que expolia al trabajo y beneficia a los ricos y sus propiedades, la concentración de la riqueza y la desigualdad crecientes, la falta total de libertad para el ejercicio de los derechos sindicales, la dictadura del capital que oprime al trabajador con la complicidad del Estado, la deuda externa creciente al servicio de la reproducción del capital, la impunidad rampante, la podredumbre de todo el régimen político, y un largo etcétera.

Lo relevante es actuar sobre la dinámica en curso. Habrá más oportunidades y las piezas encajarán relativamente más fácil tanto en el plano de la organización y movilización de la clase trabajadora como de sus reivindicaciones, reclamos, intereses y derechos. La amplia unidad de acción con un programa de y para la clase trabajadora es la clave del momento. No hay que cerrarse con tal o cual denominación sino alentar las plataformas que vayan siendo democráticas y atrayentes para canalizar las luchas. Es relevante que los corruptos, y vendidos sean dejados de lado porque ya no van a cambiar y seguirán traicionando.  

Hay que salir con audacia hacia lo nuevo. Lo que antes llevaba meses y años de esfuerzo sin que las cosas se acomoden o den algún fruto, ahora y por un tiempo serán diferentes.

El Partido de los Trabajadores seguirá, como hasta ahora, trabajando codo a codo con los explotados y oprimidos para seguir construyendo el poder de las grandes mayorías hacia un Gobierno del Pueblo Trabajador.