Desde la primera declaración del embajador norteamericano Marc Ostfield, tras señalar como significativamente corruptos al ex presidente Horacio Cartes y al actual Vicepresidente Hugo Velázquez, se encargó de indicar que a la suspensión de la visa y demás medidas se sumarían eventualmente las de carácter financiero, que es lo que ha ocurrido, significando ello un nuevo terremoto, fundamentalmente en carpas del cartismo.
Parece que el paso final irremediable será la extradición de ambos mafiosos, aunque es necesario esperar cómo transcurren los acontecimientos a partir de ahora para ver si se efectiviza este desenlace, aparentemente lógico en el orden de las medidas que pueden adoptarse (político, financiero y judicial).
Un misil político en la ANR
Esta declaración cayó como una bomba para la ANR en general y sobre Cartes en particular. Si bien la primera declaración conllevaba un golpe político duro, la restricción financiera para operar en moneda norteamericana directamente afecta los circuitos “legales” a través de los cuales la mafia cartista blanquea su dinero sucio. No se trata de una cuestión menor en absoluto, pues estamos ante la inminente caída del representante más siniestro de la burguesía nacional actual.
Este nuevo golpe pone en grave aprieto al candidato a la presidencia por el Partido Colorado, el esbirro de Cartes, Santigo Peña, quien carga con el estigma cada vez más pesado de ser el empleado de un mafioso consumado, lo que a su vez pone en serias dudas una victoria de la ANR para las presidenciales, teniendo como contracara un camino más allanado para Alegre, quien se sirvió en bandeja esta situación.
Los “antiimperialistas” sui generis
El lloriqueo del cartismo por la intromisión norteamericana los hace posar en la ridícula figura de ser “antiimperialistas”, papel bufonesco que han tomado más de uno de sus lacayos, llegando algunos incluso a la estupidez de pedir la expulsión del embajador norteamericano.
Este teatro da cuenta de la desesperación del cartismo que no encuentra salida a lo que parece ser su indefectible caída, que se consumaría con la extradición del mafioso de Cartes y la corrida de sus huestes a mejor destino.
La denuncia cartista de la intromisión, acompañada por el “socialista” Sixto Pereira, revela dos interesantes situaciones. Por una parte, da la oportunidad para resaltar que no se pone en duda que toda la política norteamericana en la mayor parte del mundo, y con mayor acentuación en los países semicoloniales como el nuestro, significan no solo una “intromisión”, sino una imposición permanente como país imperialista.
Es decir, toda la política económica de los países dominados por los centros del capitalismo dependen exclusivamente de sus dictados a través de sus distintos organismos (FMI, BM, etc.) y, en consecuencia, las medidas socio-políticas centrales a adoptar por los gobiernos títeres.
En base a lo expuesto, los intereses del capital internacional (industrial y financiero y su combinación) determinan la división mundial de la producción, es decir, del trabajo. En consecuencia, en la etapa del desarrollo capitalista que vivimos, una posición antiimperialista consecuente conlleva necesariamente una posición anticapitalista. Todo esto es muy elemental, pero se vuelve necesario explicar para entender los dislates argumentativos del cartismo que lejos están de ser anticapitalistas.
Por otra parte, la declaración del “socialista” Sixto Pereira en defensa indirecta al cartismo podría estar relacionada a que el embajador advirtió que se cuenta con pruebas que demuestran cómo Cartes sobornaba a los legisladores de acuerdo a sus intereses en el Congreso, lo cual según las declaraciones del embajador americano también ocurrió con el caso del proyecto de enmienda para la reelección, a lo mejor la repartija también llegó a parte de la izquierda progresista.
Como en algún momento la izquierda reformista con representación parlamentaria –que siempre termina auxiliando a algún sector burgués- no vio mejor oportunidad para, supuestamente, “asegurar la victoria arrolladora de Lugo sobre Cartes” bajo el discurso de aprovechar y actuar con astucia a través maniobras políticas para embaucar a la burguesía, que no significaron otra cosa que ser funcionales al cartismo con la aprobación de la figura de reelección presidencial a través de la enmienda –inconstitucional- allá por el 2017, movida que beneficiaría a ambos (al ex Presidente Lugo y al entonces Presidente Cartes) ¿Será que en realidad lo que le preocupa a Sixto es que parte de aquellos maletines pudieron haber recibido algunos de los “$ocialista$” que actuaban en el congreso para ayudar al mafioso de Horacio Cartes en el supuesto afán de habilitar a Lugo para correr en la disputa electoral? Si sale a la luz algún registro de esto será un escándalo mayúsculo.
La política del imperialismo norteamericano
El imperialismo juega abiertamente con las cartas marcadas a esta altura de la partida, y de ello se desprende su orientación que, por un lado, es reventar a aquellos jugadores que atentan no sólo contra sus negocios en la región y al mismo tiempo se constituyen en un factor de desequilibrio político entre la propia burguesía nacional al intentar monopolizar distintos negocios, sino que pone en riesgo la seguridad nacional yanqui por sus relaciones con otros mercados prohibidos por el imperialismo.
Cartes fue demasiado lejos, no sólo es un factor de desequilibrio para los intereses burgueses nacionales, sino que su dinero sucio aceita los circuitos paralelos que riñen con los intereses norteamericanos en otros puntos del globo, de allí que lo del avión iraní no significaba una alerta porque la carga de Tabesa llegaba hasta medio oriente presumiblemente como contrabando, sino por el financiamiento que subyace al comercio de cigarrillos para grupos como Hezbolá.
¿Mario Abdo de qué lado está?
A todo esto hay que sumar otro hecho, o mejor dicho, otra expresión del embajador que no pasó desapercibida. Fue cuando señaló que a este nivel de investigación se llegó con la colaboración del gobierno. Es decir, Mario Abdo colabora abiertamente con la caída de Cartes, sin importar que ello signifique llevarle puesto también a su Vicepresidente Hugo Velázquez como responsable en los lazos con organizaciones enemigas de EE.UU. en medio oriente.
Esta situación también explica la resistencia del primer anillo del oficialismo para avanzar hacia el abrazo republicano, de hecho no asistió ningún representante de peso del oficialismo a la asunción de Cartes a la presidencia del Partido Colorado. Esta señal, evidentemente, iba más allá de la rabia por la derrota en las internas.
Entrando ya en el terreno de la especulación. Mario Abdo y su grupo probablemente sacan el cálculo que el enemigo más peligrosos a deshacerse es el cartismo, lo que no deja de ser cierto, más allá que ello signifique una derrota en las próximas elecciones.
Abdo apelaría así a la táctica de “un paso atrás dos adelante”. Es decir, es insignificante que gane la concertación en esta vuelta considerando que el gobierno de Alegre, por su propia composición será un gobierno débil que necesitará del grupo de Abdo en el Congreso para tener gobernabilidad y para Abdo significará ello recomponer sus fuerzas para arremeter el próximo periodo ya con la mayoría de los cartistas alineados nuevamente a su grupo para la búsqueda del retome del gobierno.
¿Cuál debe ser nuestra política?
Desde las organizaciones de la clase trabajadora debemos sacar lecciones de todos estos hechos. La principal es que la burguesía, más allá de sus enfrentamientos coyunturales, nada tiene que ofrecer al pueblo trabajador, más que la profundización de la miseria mientras ellos se siguen enriqueciendo en connivencia con los intereses imperialistas.
La otra lección que se debe sacar es que el pueblo trabajador debe romper con los partidos patronales, sea la ANR, sea el PLRA, o sea la izquierda reformista cómplice con el sistema, cuyos mayores exponentes son los del Frente Guasú. Ninguno representa una alternativa, aunque tengan diferencias entre ellos todos apuestan a continuar en los marcos de un sistema que nos aplasta con la explotación laboral y opresión todos los días.
La clase trabajadora debe romper con sus verdugos, organizarse de manera independiente y construir una alternativa política de y para las y los trabajadores y tomar como método de lucha la movilización e irrupción en la vida política con un programa obrero, revolucionario y verdaderamente socialista para derribar a toda la podredumbre que nos gobierna.