Por Alejandro Servian

En un evento que parece más una demostración de poder que una celebración del amor, la chetada elige como parte de su menú celebratorio asado a la olla, “yuyos de los guaraníes” y mbeju. Esto nos hace pensar ¿Por qué teniendo el poder adquisitivo para desayunar caviar todos los días, alguien como los Cartes/Bendlin eligen estos platos?

El menú de la boda del año es el perfecto ejemplo de como una burguesía nacional vacía de contenido necesita llenar algo de su identidad con un supuesto nexo con lo popular y nacional. Y digo “supuesto” porque obviamente todos estos inocentes préstamos de la comida popular, vienen adheridos de un apellido que diferencia este mbeju del que se comería en cualquier San Juan de barrio. Sería catastrófico para Sol y compañía que alguien confunda su reivindicación cool del “Street Food” paraguayo con una falta de clase y alcurnia.

La burguesía necesita de las expresiones nacidas en la clase trabajadora/popular porque es ahí donde vive el ingenio, la creatividad. El asado a la olla, por ejemplo, es la técnica por excelencia para ablandar la carne dura, de la necesidad de tratar una carne más barata y de menor calidad. ¿Qué necesidad tiene Sol Cartes de ablandar su carne si su familia es dueña de miles de cabezas de ganado? Tanto hablan de los emprendedores, del mercado de las ideas, del “sector productivo”, pero la producción gastronómica de esta clase social queda en ridículo frente a lo que aportó la clase popular y explotada a la gastronomía nacional.

Esta apropiación de la comida popular es una mancha más en el largo historial de la clase dominante de querer adjudicarse todo lo que vive dentro de sus dominios. Como mayor ejemplo nacional tenemos la ridícula historia del nacimiento de la sopa paraguaya que todos conocemos: del supuesto error de una cocinera de los López, nace la primera sopa sólida del mundo ¿Ustedes se imaginan una cocinera sirviendo al presidente de la nación una sopa que tenía que ser líquida a tal punto de ser casi un bizcochuelo de maíz? Y todavía tenemos cocineros chupamedias del poder y del nacionalismo que siguen reproduciendo semejante mentira.

Entre varias cosas que refleja este menú, una que compete directamente a los cocineros y las cocineras es la gran propaganda del rescate de la comida nacional como una cruzada inequívocamente positiva. ¿Para qué creamos el mbeju invertido o rescatamos “las hierbas de los guaraníes”? o mejor dicho ¿Para quién creamos estos platos? ¿Quién puede comer lo que cocinamos? Parece que por el momento, son las familias que roban tierras ancestrales, persiguen y asesinan sin asco líderes indígenas, las que luego se chupan los dedos con un «corazón de lomito con yuyos de los guaraníes».

*Término sacado de un artículo de El País.