Cuando cerrábamos esta edición, continuaba la novela de la crisis política en el piso de arriba. Un verdadero sainete con varios capítulos: la peleúcha entre Bolsonaro y Rodrigo Maia [presidente de la Cámara de los Diputados], entre el Ejecutivo y el Legislativo, las ‘malas palabras” del astrólogo Olavo de Carvalho contra los militares, la lucha libre entre el Senado y el Supremo Tribunal Federal [STF], el arresta y suelta de Temer, los militares dando una de “razonables” y la Federación de Industrias de San Pablo [Fiesp] reuniéndose con Mourão [vicepresidente].

Por: Opinião Socialista 568, editorial

Encuentro donde, además, Mourão dijo a los empresarios (al estilo “13° salario [aguinaldo] es jabuticaba” [fruto tropical, pequeño y dulce]) que el “reajuste del salario mínimo arriba de la inflación es una vaca sagrada que precisa cambiar, como la Previsión”. Esa pelea toda debe ser aprovechada por la clase trabajadora para derrotar la reforma de la Previsión, defendida por todos ellos.

En el más reciente capítulo de la pelea, la Cámara aprobó, con holgura, una Enmienda Constitucional instituyendo el Presupuesto Impositivo. Es decir, dio más poder al Parlamento, impidiendo al Ejecutivo modificar o reconducir ciertos montos destinados a las enmiendas parlamentarias. En el Senado, la noticia es que ya había mayoría para impedir el fin de la exigencia de visa para la entrada de turistas de los Estados Unidos al Brasil, sin reciprocidad, como Bolsonaro se comprometió con Trump.

Mientras la crisis se incendia, Bolsonaro iba al cine con la primera dama para asistir “Superación: Milagro de la Fe”. Pero no sin antes hacer provocaciones, amenazas y propaganda en defensa de la dictadura, de la tortura y de los dictadores. Días atrás, en visita a Chile, elogió al dictador Pinochet, uno de los más sanguinarios de la historia.

En el Brasil, determinó que los militares conmemoren el golpe de 1964, en una provocación más y una amenaza velada.

Bolsonaro, sin embargo, se debilita, pierde popularidad y se va aislando. Llamar a conmemorar el golpe es una provocación que debe ser totalmente repudiada. No porque esté planteada la posibilidad de un golpe militar en este momento. Pero, justamente por eso, esa idea y propuesta deben ser completamente rechazadas, desde ya, para que no se deje ninguna brecha para este tipo de cosas.

Poner el equipo en la cancha rumbo a la Huelga General

En esa pelea de los de arriba debemos hinchar por la pelea y poner el equipo de abajo en campo. La movilización independiente de los trabajadores y la unidad rumbo a la construcción de la Huelga General son los caminos para derrotar la reforma de la Previsión e impedir los planes de barbarie de Guedes, Bolsonaro, Mourão, pero también de este Congreso y del poder Judicial. A pesar de las peleas, todos concuerdan en arrojar la crisis en las espaldas de los trabajadores.

Es también la movilización unificada y la organización de los trabajadores y del pueblo pobre que pueden defender las libertades democráticas e impedir amenazas autoritarias.

Evidentemente, la clase trabajadora movilizada sabe hacer unidad de acción, incluso con los enemigos, para enfrentar a un enemigo dictador, que intente cerrar el régimen. Pero, no debe hacer acuerdo político y aliarse con uno de los campos enemigos, someterse a su dirección y sacar a nuestro equipo del campo. Ese camino es el de la derrota, el de aceptar pagar el precio por la crisis e, incluso, el peor camino para enfrentar amenazas autoritarias.

Los trabajadores comenzaron a poner el equipo en campo el último 22 de marzo. Es preciso dar continuidad a la movilización y a la propuesta de derribar la reforma de la Previsión. No es hora de desmontar la lucha, sacar el equipo del campo y entrar en negociaciones espurias para viabilizar enmiendas en la reforma. Ese tipo de actitud, tomada por las cúpulas de las centrales, por el PT y el PSOL en 2017, impidió que derrotásemos la reforma laboral. Al sacar la movilización de los trabajadores del campo de juego para priorizar las elecciones, abrieron camino para la “alternativa” Bolsonaro.

La reunión de las centrales, del 26 de marzo, no apunta a un plan de luchas consecuente camino a la huelga general. Los activistas de base, sindicatos y movimientos sociales, no obstante, no deben perder el foco: precisamos construir la movilización por abajo para derrotar la reforma –sea la propuesta por Guedes o la de Temer– y los planes de entrega del país. Vamos a exigir de la cúpula de las centrales y de los partidos que se dicen de oposición que construyan la movilización unificada.

Sacar dinero de los ricos

Los ricos de este país son el 1% de la población. Son dueños, accionistas mayoritarios o minoritarios de los bancos, de las grandes fábricas y cadenas de tiendas. No pagan impuestos sobre dividendos y viven de “invertir” en títulos del gobierno, que pagan los mayores intereses del mundo.

Para remunerar los lucros de esa gente, el gobierno roba nuestra jubilación y todavía quiere echar mano del dinero que, obligatoriamente, debe destinar a la salud y a la educación.

La sumisión de nuestro país a los países ricos, a las multinacionales y a los banqueros internacionales y, ahora todavía más, a los intereses de Trump, va a llevar a un empobrecimiento y desempleo aún mayor.

La alternativa de los de abajo es socialista

Precisamos impedir los ataques y la reforma de la previsión. Pero la alternativa no es el “menos peor”. Queremos todo aquello a que tenemos derecho, “un país que no está en el retrato”, como dice el samba de Magueira [samba enredo cantado por esa “Escola do Samba” de Rio de Janeiro en el último carnaval], con pleno empleo, salario digno, salud y educación públicas y gratuitas, sin racismo, sin machismo, sin lgbtfobia y sin violencia. Para eso, es preciso enfrentar a ese 1%. Parar de pagar la deuda a los banqueros, impedir las privatizaciones, la desnacionalización y la entrega del país, y reestatizar, bajo control de los trabajadores, las cien mayores empresas.

Para eso, precisamos de un gobierno socialista, de los trabajadores, que, apoyado en la movilización y organización de los de abajo (uniendo a la clase obrera, el pueblo pobre, los oprimidos y la juventud), pueda gobernar a través de consejos populares.

Traducción: Natalia Estrada.