Se cierra un año muy difícil para miles de familias trabajadoras y pequeños comerciantes que han sido víctimas de la pandemia, han perdido sus fuentes de trabajo, o mantienen sus puestos en condiciones precarias y en total incertidumbre sobre su futuro. Miles deben hacer malabares y recurren a todo tipo de actividades para procurarse algún ingreso y sostener su hogar en un marco de degradación generalizada de las condiciones de vida. Todo esto ocurre ante la inoperancia y la corrupción del gobierno y la angurria del conjunto de las patronales que, para continuar ganando, no vacilan para tirar la crisis sobre las espaldas y el sacrificio del pueblo trabajador.
La explosión de una crisis mundial
La pandemia de la Covid-19 ha abierto una crisis sanitaria y socioeconómica que pueden asimilarse a las vividas con la gripe española de 1918 y la crisis económica de 1929. El sistema sanitario, a nivel mundial y con sus diferencias, ha colapsado y ello se halla directamente ligado a las políticas neoliberales.
Durante años los sistemas de salud pública han sido desmantelados en distinto niveles, generando una precarización del servicio, expresado en que los sistemas de salud no cuentan con la infraestructura adecuada, ni con la cantidad de trabajadores e insumos suficientes, y pasando a ser el sector privado el regente de la salud para parte de la población que pueda pagarla, una ínfima minoría. Esta situación se ha presentado, con diferencias, en todo el mundo. Con la pandemia esto ha tenido consecuencias terribles para el pueblo trabajador a nivel planetario.
A todo esto se cargó la profundización de la crisis económica capitalista, donde las masas obreras han sido obligadas a seguir trabajando a pesar de las cuarentenas, sin que se garantice las condiciones de bioseguridad, ni se respeten las medidas de distanciamiento social, ni los aislamientos para aquellos que estuvieron en contactos con positivos, o incluso, algunos obligados a seguir trabajado habiendo dado positivo. A esto se sumó la enorme cantidad de trabajadores suspendidos o despedidos generando una debacle en familias enteras.
Esta crisis se suma a la ambiental que es también un fenómeno mundial y que en todas partes cuenta con la complicidad del gobierno y la “justicia”. En nuestro país se expresa en la tala irracional de bosques para destinarla a pasturas de ganado, al negocio de los monocultivos agrícolas, el uso indiscriminado de agrotóxicos, la quema de pastizales entre otros modos. En las ciudades se expresa, por ejemplo, a través de los desechos industriales y domésticos que se depositan en los cauces hídricos.
En gran parte del continente, como en otros puntos del globo, se viven situaciones de fuertes protestas y movilizaciones contra los gobiernos por el hartazgo a raíz de largas crisis.Muchas de estas iniciaron previa a la pandemia (Chile, Ecuador, Haití). Estas se presentan a partir del descalabro de la situación socioeconómica, los impasses en los regímenes y la irrupción de distintos sectores del movimiento de trabajadores y la juventud en el escenario político como los casos de Bolivia, EE.UU., Francia, entre otros.
Se ha abierto, creemos, una nueva crisis histórica a nivel mundial, caracterizada por la polarización social y la inestabilidad política.
El gobierno de Mario Abdo Benítez, la pandemia y la crisis.
El gobierno de Mario Abdo Benítez tuvo dos momentos en el año. El primero, en el que fue elogiado el Ministerio de Salud por la decisión tomada al adelantar la cuarentena aún en contra de la previsión de la OMS, le granjeó, al inicio un gran apoyo de gran parte de la población.
Sin embargo, una segunda parte se abre al transcurrir unos meses de declarada la cuarentena, en la que se hizo patente no solo la improvisación del gobierno al contar con un sistema de salud precario, sino sobre todo a su complicidad con los hechos de corrupción en las licitaciones de insumos, su indolencia ante las exigencias de los trabajadores de blanco (que pagan con sus vidas las precariedades) y su persecución a los que osaban hacer escuchar los reclamos, su complacencia con las patronales que suspenden y despiden a miles de trabajadores, los planes de ayuda miserables para los sectores más vulnerables que se sostuvieron gracias a las ollas populares y a la solidaridad de clase.
La política antipopular fue coronada con su Ley de Emergencia que, por un lado, redireccionó el Presupuesto General de Gastos de la Nación para las licitaciones en materia de adquisición de suministros de salud que no se cumplieron y, por otro, endeudaron al país hasta ese momento por 1600 millones de dólares con los usureros internacionales.
A esto se suma el congelamiento del necesario reajuste salarial para compensar el costo de la canasta básica familiar siempre ajustándose para arriba. Toda la política del gobierno está destinada a garantizar las tasas de ganancias de las patronales, no la vida o la calidad de vida de la clase trabajadora.
El gobierno impulsó además un proyecto de Reforma Estatal, entre las cuales está la Ley del Servicio Civil que tiene por principal objetivo romper los contratos colectivos en el sector público, derribar a los sindicatos, y agravar aún más disposiciones contrarias a los trabajadores establecidas en la Ley de la Función Pública. Todo ello enmarcado en la reforma laboral global ininterrumpida, y profundizar la precarización en el sector privado con la flexibilización total de la legislación y privatizar sectores estratégicos del sector público como la ANDE.
Por otra parte, está el impulso de la Reforma Jubilatoria a través de la Ley de Superintendencia, que no busca otra cosa que la utilización de los fondos previsionales para irrigar a capitalistas amigos.. Este ataque puede significar una derrota gravísima para la clase trabajadora que no debe permitirse.
El gobierno ha mantenido en todo este tiempo una actitud sedicente, irresponsable y negligente, generando mayor rabia y desprestigio a su ya deteriorada imagen y credibilidad. Por ahora ha decidido dar un paso atrás con su plan de Reforma de la Función pública y del Servicio Civil, sin que ello suponga desistimiento alguno.
Esta situación se explica a partir del rechazo mayoritario y radical en el sector público al que debe sumarse que el próximo año es un año electoral, en donde la disputa de los municipios es estratégico para pelear con mayor posibilidad la continuad de otro periodo en el gobierno nacional, por lo que especula con el voto duro que le pueda reportar el nicho ubicado en la función pública.
A pesar de esta victoria parcial -conseguida en torno al rechazo de la ley de la Reforma del Servicio Civil-, el Presupuesto General de la Nación (PGN) 2021 importa una serie de recortes en contra de los intereses de las y los trabajadores de la función pública dejando de lado cualquier medida relevante para atenuar los padecimientos sociales. En ese sentido, el PGN se alinea totalmente con el plan estratégico que supone la Reforma Estatal por ahora paralizada.
El gobierno apela a continuar con el aumento de la deuda con nuevas emisiones de bonos para el año que viene. La deuda externa asciende a más de 11.000 millones de dólares, lo que comprende el 33 % del PIB aproximadamente. Además de recurrir a la timba financiera internacional, se seguirá sosteniendo las medidas que garantizan los paraísos fiscales internos al servicio de los capitalistas y sectores minoritarios, y se mantendrán intactos los jugosos negocios que derivan de las contrataciones públicas, entre otras medidas. Es decir, se apunta a mantener contenta a los sectores burgueses más poderosos a los efectos de generar gobernabilidad y por esa vía ganar cierta “estabilidad” para un gobierno muy maltrecho.
Un acuerdo reaccionario: concordia colorada.
La denominada “concordia colorada” –alianza de los dos principales movimientos internos del Partido Colorado para disputar las elecciones municipales del año próximo- es un acuerdo reaccionario socioeconómico y políticamente hablando, pero de mutua necesidad-conveniencia a ambos bandos para lograr impunidad y en el afán de reposicionarse y hegemonizar la dirección política y económica burguesa. En la actualidad sobrevive apenas bajo los embates de la guerra fría de los intereses en juego y en función de las posiciones que gana o pierde cada sector.
Lo expuesto se desprende de los siguientes elementos: Los duros cruces entre colorados por el manejo de las negociaciones en el marco del “operativo cicatriz” (negociación para alcanzar acuerdos a raíz de la división), que no es otra cosa que un pacto de impunidad a cambio de “estabilidad mínima” ; el cuestionamiento del cartismo (movimiento interno liderado por el ex presidente Horacio Cartes) al Gobierno por el otorgamiento de préstamos para inversiones y refinanciamiento de créditos para parte del sector campesino movilizado en la última parte del año; la negativa del cartismo –por ahora- de hacer lugar al veto presidencial y con ello dejar por fuera del control de gastos del PGN 2021 a los fondos sociales de las binacionales –desfinanciando con ello al oficialismo para las elecciones municipales-; el cuestionamiento del cartismo al Plan Nacional de la Niñez 2020-2024 y la ridícula interpelación a la Ministra de la Niñez y la Adolescencia, generan un nivel de pulseada/fricción entre las dos facciones coloradas que expone que la tal cicatrización aún dista mucho de ser real. .
Si bien estas disputas son comunes dentro de la carpa mafiosa de la ANR y son expresiones de exigencias y acomodos en la estructura y concreción de negociados, el sector más malparado es el oficialismo, y lo paga con una casi deformación del proyecto Añetete (movimiento interno liderado por el actual presidente Mario Abdo Benítez).
Lo que tienen en común ambas facciones es la continuidad de la aplicación del plan neoliberal en su conjunto, lo que implica acompañar los recortes presupuestarios para tener mayor margen en la utilización de recursos y a la vez mayor espacio para arremeter con las privatizaciones, principalmente la ANDE; y para mantener el gobierno colorado más o menos estable de cara a las municipales.
La dinámica de estos roces determinará si la “Concordia Colorada” resultó en un acuerdo para mantener a flote a un gobierno enclenque, o sólo para preparar otro zarpazo cartista a núcleos y factores de poder en el aparato estatal. La última convención colorada confirmó una crónica anunciada: la continuidad del cartismo en la conducción de la ANR en consonancia con los intereses del patrón. La injerencia gravitante de Cartes en el aparato colorado, como en el Estado es evidente, mientras su proceso en el Brasil parece estancado.
Pese a estos enfrentamientos entre las facciones coloradas, el Partido Colorado sigue siendo el principal aparato burgués y, por ende, comparativamente al resto del arco de la burguesía, es hasta ahora el espacio más consolidado y ensamblado para disputar las elecciones del 2023.
Una oposición burguesa que no ofrece nada nuevo
Parte de la oposición de derecha, como la izquierda reformista, viven un momento de crisis y/o lenta búsqueda para el camino de agrupamientos pasados en torno a conformar una alternativa “única” de oposición al partido colorado.
El PLRA está al borde de una fractura total con un choque de legalidades y legitimidades que lo está dividiendo institucionalmente. Efraín Alegre (Presidente actual del Partido Liberal Radical Auténtico-PLRA) abrió una campaña furibunda antimafia contra Cartes y el cartismo con su figura como centro, tras la cual pretende encolumnar al resto de la oposición en una especie de Frente Amplio. Si bien el Frente Guasu tiene como objetivo volver a ser parte de un proyecto de poncho juru (sometimiento del pueblo trabajador a la locomotora burguesa solapada de conciliación y política social), tampoco pretende ser una comparsa de Alegre, sino conseguir que el conjunto del PLRA acompañe el proyecto en el marco de una alianza que tenga contrapesos internos.
El campo de disputas en el PLRA se da entre Efraín Alegre y Blas Llano. De hecho, de las sangrientas internas del PLRA saldrá la cabeza de la futura alianza PLRA/FG y algún que otro sector de oposición que se sume al nuevo poncho juru, que, a diferencia del anterior, será mucho más de derecha, raída y consumida por el desgaste y los errores, pero sobre todo bajo la presión de la situación de crisis económica general y global.
Personajes como Payo Cubas vienen arrastrando a gente desilusionada, mayormente joven, sin mucho criterio político; más atrás están otros personajes menores, pero son figuras que por sí solas no tienen un peso real en la disputa contra el aparato colorado o de la oposición burguesa, como tampoco representan una alternativa programática distinta.
La clase obrera aún paralizada y el momento que vivimos
En el año se vivieron momentos distintos, existieron movilizaciones importantes, pero insuficientes para salir de la situación defensiva en la que se encuentra el movimiento. En ese sentido, la correlación de fuerzas sigue siendo desfavorable atendiendo a la dispersión y atomización de las organizaciones y a la cooptación de parte de su dirigencia.
A pesar de que se dieron reacciones de distintos sectores, estas fueron aisladas en su gran mayoría y en el marco del espontaneísmo. El clima general por ahora es de un bajón producto de los embates por el tema sanitario y económico, cuya combinación tiró para atrás un lento y dificultoso proceso reorganizativo que intentaba ponerse en pie.
Las condiciones objetivas para que haya más luchas y canales de movilización están supeditadas a que la situación de miseria por abajo encuentre un espacio que organice la rabia y ello sea acompañado de un mayor agrietamiento de la crisis inter burguesa.
Es de vital importancia impulsar una política para constituir un espacio articulador que, superando los sectarismos y los oportunismos, organice la rabia en torno a un programa que consigne las necesidades más acuciantes y amplias para movilizar a las masas trabajadoras.
El desafío para las organizaciones de la clase trabajadora, sociales y políticas consiste en desarrollar una orientación consciente para hacer avanzar a la vanguardia de la clase obrera hacia una verdadera independencia política de clase e irrumpir con fuerza nuevamente en el escenario político con un programa propio que inspire y movilice al resto de la población trabajadora hacia la superación del régimen liberal y su Estado capitalista.