La huelga general del 14J fue fuerte, aunque diferente de la huelga de 2017. Existieron desigualdades en lo que se refiere a la paralización. En algunos Estados, los transportes pararon. En otros, estos pararon parcialmente o simplemente no pararon. En algunas regiones, la clase obrera paró por 24 horas. En otras, paralizó parcialmente o no paró.
Editorial Opinião Socialista n.° 572
Las manifestaciones fueron generalizadas y mucho mayores que en 2017. En muchos Estados, los actos fueron mayores que los del 15 de mayo. Sin embargo, tuvo un impacto diferente que la huelga de 2017 por algunas razones. Este gobierno, estando en crisis y con popularidad en caída, no llegó todavía al mismo grado de impopularidad e ingobernabilidad que Temer. La prensa, incluso teniendo contradicciones con el gobierno, está a favor de la reforma de la previsión e hizo una cobertura tímida de la huelga general. Y la oposición parlamentaria, por medio de sus gobernadores, dio fuerza a Rodrigo Maia y al Congreso para presentar un “acordón” y llevar adelante la tramitación de una propuesta de reforma de la previsión en la Comisión Especial de la Cámara, que no es la de R$ 1 billón de Paulo Guedes pero es de 900.000 millones –lo que es de buen tamaño para los banqueros y para el propio Bolsonaro–.
Maia prevé aprobar el informe sobre la reforma en la Comisión Especial para llevarla a debate y futura votación en plenario. Pero, si es posible y probable aprobar tal informe en la Comisión Especial, ellos no tienen asegurados los 308 votos necesarios para la aprobación en plenario.
Después del 14J, los dirigentes de los partidos de oposición declararon que van a votar contra el informe en la Comisión Especial. Los trabajadores, incluso los que son del PT, del PCdoB o del PDT, que están en la lucha aquí abajo, precisan exigir que los gobernadores y las cúpulas de sus partidos y también de las centrales sindicales no hagan un doble juego. No da para quedarse en la trinchera de la aprobación de la reforma y estar en la trinchera de la lucha.
La trinchera de la negociación en el Congreso es para ayudar al gobierno, los banqueros y la patronal a aprobar una propuesta que va a quitar derechos de los pobres para dar a los ricos. Nosotros podemos derrotar la reforma de la previsión pero para eso es preciso estar en la trinchera de la lucha contra la reforma y enfrentar el “acordón” del Congreso y el gobierno.
Bolsonaro no llegó a la estación de la impopularidad de Temer, pero está debilitándose y ya no tiene el apoyo de la mayoría. Sin embargo, a pesar de las peleas entre los de arriba y con el gobierno, la burguesía, los grandes medios, los jefes del Congreso y el Supremo Tribunal Federal (STF) son favorables a la reforma y a la entrega del país. Por eso los grandes medios ampliaron los actos gubernamentales del 26 de mayo y buscaron dar a este un carácter pro-reforma de la previsión, mientras no hicieron eco del 14J a la altura de su fuerza. De la misma forma, movimientos ultraliberales como el MBL [Movimento Brasil Popular] y Vem Para Rua, hoy desgarrados de Bolsonaro y ausentes de los actos del 26M, ahora llaman a actos en defensa de Moro y de la reforma. Apoyan, de hecho, a Bolsonaro-Guedes-Rodrigo Maia.
En lo que se refiere al ataque a la soberanía, el gobierno tuvo ayuda del STF, que aprobó la venta sin licitación de subsidiarias estatales, especialmente de la Petrobras. Los buitres parten para el desmonte de la Petrobras y para las privatizaciones, como la de los Correos.
Frente a la pérdida de base de apoyo que está sufriendo, Bolsonaro responde con más agresividad a todas las cuestiones. Eso polariza la situación. Despidió al ministro de la Casa Civil, general Santos Cruz, además de a otros dos militares y los presidentes de la Funai [Fundación Nacional del Indio] y de los Correos. El primero para entregar a la saña de los latifundistas las tierras indígenas; el segundo para acelerar la privatización de los Correos. Despidió también al presidente del BNDES, Joaquin Levy, ex Bradesco y ex ministro de Dilma Rousseff, quien fue sustituido por un amigo de Eduardo Bolsonaro, ligado al Banco Pactual. Un playboy promotor de disturbios que casi destruyó el edificio de departamentos en que vive para hacer una fiesta con los amigos, entre ellos, el hijo de Bolsonaro. Su misión es rapiñar el BNDES.
Al mismo tiempo en que se endurece, Bolsonaro ve disminuir su base de apoyo. Cae su popularidad y sus problemas aumentan. La economía continúa retrocediendo y el desempleo aumenta. Eso aumenta el descontento popular y deja descontentos hasta sectores de la burguesía.
Otro flanco son las denuncias sobre el ministro Sérgio Moro, considerado un héroe por integrantes del gobierno, que puede perder el aura de combate a la corrupción.
De todos esos problemas, sin embargo, el más importante es que los trabajadores y la juventud entraron en escena, con los actos de los días 15 y 30 de mayo y con la huelga general del 14 de junio. Es preciso seguir en las calles y exigir de las cúpulas de las centrales y de los partidos de oposición que no entren en ese gran acuerdo en el Congreso para ayudar a aprobar la reforma de la previsión.
Precisamos mostrar a los trabajadores que la propuesta de Congreso es muy mala. Precisamos construir un día nacional de lucha, con nuevos actos en las calles de los Estados, en julio, y presionar a diputados, senadores y gobernadores. Vamos a hacer una nueva huelga general y ocupar Brasilia.
En la lucha, vamos a derrotar la reforma y los planes de Bolsonaro, abriendo el camino para una verdadera transformación social: organizar a los de abajo para derribar a los de arriba, construir un gobierno socialista de lso trabajadores, basado en consejos populares, para hacer que los ricos paguen por la crisis.
Vea el original en portugués en www.pstu.org.br
Traducción: Natalia Estrada.