Por Esteban González
González Daher pasó la noche en un calabozo de la Agrupación Especializada. Poco antes estuvo sometido a la ira de los escrachadores anticorrupción que le metían presión al son del grito ¡Ladrón…Ladrón! Tirándole litros de agua encima en el afán de hacerle sentir humillado, como él hizo sentir a centenares de personas a quienes expolió impunemente o encarceló en amañados procesos judiciales.
Se está ante el apresamiento de un peso pesado del aparato estatal burgués y de la política paraguaya, que se suma a la lista de Díaz Verón, Ulisses Quintana, Oviedo Matto, Ibáñez.
Estos hechos, cabe asumirlos como pasos adelante que ameritan la celebración por parte del pueblo trabajador aunque es preciso hacer una justa valoración de su alcance.
Ante este proceso hay sectores de izquierda que afirman que estamos solamente ante una maniobra imperialista y que no sería correcto ni apoyar los escraches ni alegrarse por las caídas de los pesos pesados de la corrupción política.
No cabe ante estos hechos ni el alborozo acrítico ya que es una lucha democrática con limitaciones, pero tampoco cabe el menosprecio o la toma de distancia con un “no es nada” desdeñoso con el que posan algunos sectores políticos de la izquierda. Resulta fastidioso cuando ese menosprecio proviene de gente que estuvo en el poder y se pasaron tranzando o nadando en corrupción con estos y otros impresentables de la derecha.
Es evidente que en el marco del fin perseguido consistente en luchar contra el poder político y económico de las minorías, de los dueños del capital, la imputación y prisión de políticos poderosos y corruptos, aun siendo un hecho progresivo no pasa de ser un pequeño paso y que si se detiene y no avanza no servirá de mucho.
En ese sentido es pertinente aclarar que la corrupción es esencial al sistema capitalista y que permea todas las esferas y procesos de producción, acumulación y concentración. Al capital sólo le interesa la ganancia rápida y el cómo se supedita a esa meta; y cuanto mayor es la tasa de ganancia mejor y ahí la corrupción va de la mano de la explotación y la opresión.
Por lo tanto, la lucha anticorrupción tiene un calado superficial, es decir, que es normalmente asimilable y digerible por el régimen democrático burgués a veces sin siquiera inestabilizarlo.
Aún más, en general esas luchas no están menos en función de una ética de la probidad o honestidad del régimen burgués, sino son más bien síntomas o expresiones de vendettas, reacomodos y purgas entre sectores de poder, y eventualmente, hasta podría redundar en el fortalecimiento del régimen democrático burgués.
Sin embargo, las detenciones y procesos a políticos poderosos y corruptos que estamos presenciando fueron y son provocadas, principalmente, por la persistencia en la acción anticorrupción de sectores del pueblo trabajador harto del robo, la expoliación y la impunidad. Y se combina con las grietas en las alturas entre facciones burguesas –coloradas principalmente- debido a la complicada recomposición del poder en el aparato estatal por parte del nuevo gobierno que debe derrotar al cartismo, al tiempo que busca congraciarse con la gente que presiona desde el hartazgo a los efectos de lograr una mayor estabilidad.
Y es por ese andarivel de congraciarse con la ira y el hartazgo y la crisis en las alturas que deviene el papel progresivo de la ida a la cárcel por parte de políticos corruptos y poderosos que nadaron en la impunidad rampante. Y ese cariz progresivo se puede mantener a condición de que siga o genere otros procesos en otras dimensiones en las que se desarrollan las luchas contra la explotación y toda forma de opresión.
El considerar como progresivo la caída en desgracia de los González Daher no implica, valga la aclaración, considerar a la Fiscalía y al Poder Judicial como impartidores de Justicia rápida y barata o que están regenerados y ahora se hallan impermeables al dinero. Nada que ver. Y mucho menos, implica endosar políticamente al gobierno de Mario Abdo Benítez cuya riqueza surgió de la corrupción y su actual Ejecutivo está plagado de corruptos y enriquecidos con dinero malhabido, con chanchullos de todo tipo, y que sólo pretende ganar en estabilidad política.
El desafío está no sólo en no desmeritar la lucha de la gente que está logrando cunetear unos corruptos expoliadores impresentables, sino en extender estos logros democráticos al mundo del trabajo y la economía donde impera la dictadura de la patronal y la ominosa opresión que cercena derechos básicos de organización y movilización de las y los trabajadores.
Sin recelos levantamos las consignas de Cárcel a los corruptos y Confiscación de sus bienes. Creemos que el régimen democrático burgués pronto buscará el modo de licuar y domesticar la iracundia de las masas, porque la corrupción es un modo rentable de acumulación.
Sólo el pueblo trabajador y su gobierno con un régimen de democracia directa y revocabilidad de cargos pueden ir abriendo el camino de erradicar la corrupción de manera sostenible.
Por ahora vale acompañar y empujar la ola que lleve a la mayor cantidad de corruptos posibles a la cárcel y que agriete cada vez más el poder en las alturas para que el pueblo trabajador pueda ir avanzando con sus propias banderas hacia una mayor acumulación de poder.