Narciso Velázquez y su séquito de obsecuentes terminaron el año en la Universidad Católica llevando al pie de la letra la línea arbitraria, cicatera y autoritaria que caracteriza su actuación al frente de la institución. Con especial nitidez -éste año- pudo distinguirse la tropelía y el despotismo con el que se maneja Narciso con relación a estudiantes, docentes y trabajadores/as. Días pasados, el Rector junto con los miembros del Consejo de la institución decidieron despedir a cuatro dirigentes sindicales que denunciaron diversas faltas cometidas por el sacerdote.

Tras un sumario montado, en el que se transgredieron groseramente disposiciones básicas en materia procedimental, desconociendo garantías constitucionales elementales, valiéndose de testimonios y denuncias falsas, en base a una resolución carente de motivaciones y fundamentaciones serias despidieron a tres compañeros y una compañera de la Universidad. Narciso quiere hacer pagar cara la osadía de las y los trabajadoras/es sindicalizados por cuestionar un sinnúmero de irregularidades que hace a su administración al frente de la casa de estudios y su altura moral para ocupar el cargo que ostenta deshonrosamente.

Perseguir hasta destruir la organización sindical

El oscurantismo que vive la Universidad Católica no tiene paragón con ningún momento de su reconocida historia y, lastimosamente hoy, la institución está lejos de reflejar la calidad en la enseñanza y la formación en valores de la que se precia.

En esa larga y conocida historia en la que se consolidó el prestigio y el reconocimiento de la universidad existe una parte no narrada, no nombrada, desconocida por la historia oficial. Es la historia de las y los que la sostienen y la desarrollan con su trabajo diariamente, es la historia de los sujetos fundamentales para su existencia, es la historia –paradójicamente- de las y los invisibles. Esta historia no se agota en la descripción del esfuerzo laboral cotidiano, sino que resalta por la construcción de sus propias herramientas organizativas para dignificar sus labores y por ende, parte de sus vidas.

Los logros y las conquistas laborales nunca han sido concesiones graciosas de nuestros patrones y el Estado. En la UC la historia no ha sido distinta; la organización sindical conoció un camino difícil, enormes esfuerzos, avances y retrocesos. En ese transitar contradictorio no estuvo ajena la resistencia patronal y el recelo de distintas autoridades por desconocer los derechos e intereses de los y las trabajadores/as de la universidad.

Sin embargo, a pesar de los conflictos y las ajetreadas disputas, éstas se daban en el marco común de las luchas en que colisionan intereses antagónicos de trabajadores/as y patrones. Hoy, la situación que enfrentan no sólo los trabajadores, sino el resto de la comunidad educativa sana, se encuadra en un marco que enseñorea a un personaje siniestro, un patrón con ribetes claramente autoritarios y profundamente inescrupuloso.

La exigencia a la patronal para cumplir con derechos laborales elementales, así como la denuncia de hechos de relevancia penal, que exceden a la inmoralidad sin límites que caracteriza al rector Narciso Velázquez, ha suscitado una guerra declarada por el mismo contra los sindicatos hasta hacerlos desaparecer. Es en ese marco, de persecución sindical, en el que deben leerse e interpretarse los hechos de despidos que se suceden en la universidad.

Los pecados de las y los trabajadores

La denuncia de la violación sistemática de los derechos laborales por parte del Rector Narciso Velázquez; el apoyo y difusión de la denuncia que pesa sobre Narciso como encubridor del sacerdote pedófilo Ibáñez; la denuncia como protector de acosadores en la universidad como el profesor Abg. Kriskovich; el apoyo a los estudiantes de filosofía que tomaron la universidad en reclamo de una institución más democrática y por el cese de la arbitrariedad y el autoritarismo, y; la realización de la primera huelga general en la universidad como corolario de todas las exigencias, son los pecados capitales que dispararon la persecución contra la dirigencia sindical.

La persecución sindical es la respuesta a la exigencia por el reconocimiento de los derechos laborales, es la reacción ante la solidaridad que trabajadores/as llevan a estudiantes que reclaman derechos democráticos mínimos en la institución, es la contestación a las innumerables denuncias de todo tipo contra el infame y vergonzoso rector de la universidad.

También una venganza personal

Si bien la política de persecución sindical tiene claros motivos patronales, en el caso de Narciso no puede desconocerse que a su actitud subyace un revanchismo personal contra el principal dirigente sindical de la UC Julio López, quien en más de una oportunidad lo dejó en ridículo públicamente y como un mentiroso ante la defensa que interpone por todas las denuncias que carga.

Narciso no puede esconder que tras la decisión también existen motivos personales, no puede ocultar su odio, su resentimiento, la sed de venganza, propia de seres tan menores, insignificantes, de esos que se deleitan en desquites que los desnudan aún más en su miserabilidad.

Con la petulancia propia de un ser vacío, carente de la idoneidad y probidad para estar en un cargo como el que ocupa, Narciso se muestra impúdicamente por encima de la decisión, exponiendo que es el resultado de un sumario “objetivo”.

En el contexto del brindis que ofreció a trabajadores –como cada fin de año-, el brindis de la hipocresía, el mismo junto con -otro “echado de virtudes”- decano Abg. Ruffinlli se paseaban orondos mirando con desdén a los demás, hasta que los afectados y la afectadas irrumpieron en el lugar, debiendo los primeros refugiarse ante los reclamos por tan injusta y arbitraria medida. Si la dignidad humana tuviere graduaciones para medirla, Narciso, Ruffinelli y otros célebres personajes de la UC ocuparían el último peldaño de la misma.

El rector de la UC no se da cuenta que en el infortunio generado a los 4 trabajadores no existe un ápice de sagacidad, sino que se refleja la penosa visión de un ser humano degradado, con profundos complejos de un torpe remedo de dictadorcillo. Pero sobre todo, Narciso no comprende que la lucha de las y los trabajadoras/es excede a tal o cual dirigente, Narciso ignora que la dignidad –palabra que desconoce- de las y los trabajadoras/es no tiene precio, el pobre Narciso no percibe que por mucho que se intente ahogar la fuerza de nuestra clase, ésta se subleva ante la ignominia y se impone más temprano que tarde.

Los despidos coronan un presente arbitrario en la UC, donde el autoritarismo y la persecución se imponen como sellos que hoy son distintivos de la misma. Pero los y las compañeros/as afectados no están solos/as, detrás de ellos emergen a borbotones demasiada rabia e indignación, demasiada sed de justicia, y la solidaridad de nuestra clase. Los mismos están más que seguros que con la lucha en el plano jurídico, pero sobre todo gremial, lograrán la reposición inmediata de los despedidos.

Desde el Partido de los Trabajadores pondremos todo nuestro esfuerzo para acompañar la justa lucha de las y los trabajadores de Universidad Católica hasta su victoria.

¡Reposición inmediata de los y la trabajadores/a despedidos/a!

¡Abajo la persecución sindical!

¡Fuera Narciso Velázquez! 

¡Por el respeto de los derechos laborales! 

¡Vivan las y los trabajadoras/es de la Universidad Católica!