Hoy en día se publica una enorme cantidad de material sobre el papel de los servicios en la sociedad capitalista. El motivo es evidente. En el curso del siglo XX, esas actividades denominadas servicios, actividades no productoras de mercancía, pasaron a ocupar un espacio cuantitativamente muy expresivo en todo y cualquier país. En todos los rincones predomina la franja de los trabajadores asalariados que actúan en el llamado tercer sector.

Por: Gustavo Machado, para Teoria & Revolução

Se destaca, en este debate, la cuestión de en qué medida el crecimiento del sector de servicios altera el camino indicado por Marx en El Capital, ya que, allí, vemos un claro énfasis en la clase obrera, tanto en relación con el sostén del sistema capitalista como un todo, como con relación a la posibilidades de su destrucción y transformación. Esquemáticamente, podemos señalar tres tendencias interpretativas en cuanto a este tema:

  1. La más ingenua de esas tendencias busca resolver el problema con una discusión filológica de los términos utilizados por Marx y sus respectivas traducciones. En ese sentido, se busca, de una manera o de otra, disolver las diferencias en el interior de la clase trabajadora en un concepto que sería más poderoso porque es más amplio. Se cree, ingenuamente, que el problema de la enorme estratificación de la clase trabajadora puede ser contornado con la creación artificial de un concepto más general. Más o menos en esa dirección camina Daniel Bensaïd: “Marx habla de proletarios. A pesar de su aparente desuso, el término es al mismo tiempo más riguroso y más abarcador que el de clase obrera. En las sociedades desarrolladas, el proletariado de la industria y el de los servicios representa de dos tercios a cuatro quintos de la población activa” (destacado nuestro) (Bensaïd, 2008, p. 36).
  2. Otra corriente se centra en la diferencia entre trabajo productivo e improductivo presente en las Teorías de la Plusvalía y en el Capítulo VI Inédito de El Capital, donde Marx parece resumir la cuestión al hecho de que los trabajadores producen o no plusvalía, volviendo indistintos los trabajadores empleados por la industria o por el sector de servicios.
  3. En una elaboración mucho más sofisticada y seria, Patrick Murray (1998) sostiene que, si fuese verdad que los servicios fuesen improductivos y, por eso, representasen una deducción de la plusvalía global producida por el capital industrial, tendríamos una reducción de la tasa media de ganancia en función de esa deducción. Más todavía. Como los servicios engloban, hoy, la mayor parte del capital en gran parte de los países, tendríamos el absurdo de que la mayoría de las empresas viven de transferencia de plusvalía de unos pocos sectores productivos, lo que, como mínimo, pondría en jaque la validez de la ley de caída tendencial de la tasa de ganancia que Marx expone en el Tercer Libro de El Capital. Al final, para sostener el sector de servicios, la tasa media de ganancia tendría que haber crecido permanentemente a lo largo de las últimas décadas. Retomaremos este tema más adelante.

De cualquier modo, en lo que respecta a las dos primeras tendencias arriba señaladas, pensamos que de nada sirve crearnos un concepto más abarcador si este no encuentra respaldo en la realidad o, entonces, si este suprime diferencias y determinaciones que, independiente de la nuestra voluntad, continúan actuando. Si no fuese así, Marx sería, con seguridad, adepto de Bakunin. Este último se oponía hasta incluso al énfasis dado por Marx a los trabajadores asalariados, expandiendo su concepto para todos los individuos y pueblos de algún modo oprimidos, fuesen ellos asalariados, campesinos, pequeñoburgueses, presidiarios, y así sucesivamente. No se trata de excluir o incluir a ningún sector de la clase trabajadora en un programa de transformación social, sino de comprender su papel objetivo en el interior de la sociedad, para, entonces, vislumbrar con claridad las vías posibles de su destrucción. Veamos, entonces, cómo la cuestión aparece en la crítica de la economía política de Marx.

¿Qué son los servicios?

Para comenzar, en Marx, el término servicio no es utilizado en su acepción común. Para él, un “servicio es nada más que el efecto útil de un valor de uso, sea de la mercancía, sea del trabajo” (MARX, 1996, p. 310). Así considerado, el efecto útil de la fuerza de trabajo de un obrero, esto es, su trabajo, es un servicio. El término servicio, por lo tanto, no traduce ningún aspecto específico de la sociedad capitalista. El servicio está para el trabajo asalariado como el producto para la mercancía, su determinación abstracta y ahistórica. Por eso, Marx puede decir que el “‘servicio’ es el trabajo bajo el aspecto exclusivo de valor de uso […], del mismo modo que en la palabra ‘producto’ se suprime la naturaleza de la mercancía y la contradicción en ella contenida” (MARX, 1980, p. 937).

Pero esto no significa que la categoría de servicios está del todo ausente en la crítica de la economía política de Marx. Ella sirve, en algunos escritos, justamente para designar el intercambio de mercancías en que se vende directamente la propia actividad y no el producto de la actividad. En las palabras del propio Marx: “Cuando el dinero se cambia directamente por trabajo, sin producir capital y sin ser, por lo tanto, productivo, se compra el trabajo como servicio, lo que de modo general no pasa de una expresión para el valor de uso especial que el trabajo proporciona como cualquier otra mercancía” (destacado nuestro) (MARX, 1980, p. 398).

Dicho esto, abordaremos, a partir de ahora, los servicios entendidos como actividades no productoras de mercancía. O sea, cuando lo que es vendido es la propia actividad humana –como en el caso del profesor, del artista– y no el producto de esa actividad materializado en algo. Por razones metodológicas, todavía, examinaremos, primero, el intercambio directo de dinero por un servicio, sin que su ejecutor sea empleado por un capitalista. Solo habiendo hecho este recorrido, podremos, enseguida, aclarar el papel de los servicios productores de plusvalía y explicitar en qué sentido son productivos y en cuáles no. No obstante, para llegar allá es necesario aclarar toda una serie de aspectos específicos de los servicios considerados en su forma más general, desarrollados por Marx de manera pormenorizada en interesantes digresiones sobre el tema en los Grundisse y retomado en obras posteriores.

Los “servicios” en su acepción general

El primer trazo distintivo de los servicios, así comprendido, es, evidentemente, el hecho de pertenecer a la esfera del intercambio simple de mercancías o de la circulación simple de mercancía (M-D-M), dado que es cambiado directamente por dinero, sin mediación del capitalista y, consecuentemente, sin producción de plusvalía y capital (D-M-D’). Por ejemplo, el “leñador le da su servicio, un valor de uso que no aumenta el capital, pero en el cual él se consume, y el capitalista le da en cambio otra mercancía bajo la forma de dinero” (MARX, 2011, p. 212). En suma, el intercambio de dinero por trabajo vivo “no constituye ni el capital, por un lado, ni el trabajo asalariado, por otro. Toda la clase de los así llamados servicios, desde el lustrabotas hasta el rey, pertenece a esa categoría” (MARX, 2011, p. 382).

¿Cuál es entonces el trazo específico de la ecuación del intercambio simple de mercancía: M-D-M, cuando uno de los polos no es un producto del trabajo sino el trabajo mismo, o una mera prestación de servicio? Ora, según Marx, en la “mera prestación de servicios tenemos solo consumo de renta y no producción de capital” (MARX, 2011, p. 212). Como estamos considerando, provisoriamente, los servicios únicamente en el caso en que son intercambiados directamente por dinero con el consumidor final, como el peluqueo o el abogado que venden directamente su servicio a un cliente, sin la existencia de un capitalista, no hay nada de sorprendente en el hecho de que esa relación no produzca capital. De la misma forma, un campesino que vende directamente su producto en el mercado no produce capital.

Sin embargo, en este fragmento, ya se insinúa una diferencia radical de los servicios en relación con un campesino propietario de su producto. A pesar de que ambos no producen capital, Marx dice que, en el caso del servicio, existe “consumo de renta”, mientras en el caso del campesino sabemos que existe producción de valor cuyo soporte es su mercancía. En otro fragmento de los Grundisse, Marx es todavía más explícito: en el caso de los servicios el “intercambio no es un acto de enriquecimiento, no es acto de creación de valor, sino de desvalorización de los valores existentes en su posesión” (MARX, 2011, p. 384). Y complementa de manera taxativa: “No es necesaria una discusión pormenorizada para demostrar que consumir dinero no es producir dinero” (MARX, 2011, p. 384). Eso significa que la “clase de servicio no vive de capital sino de renta. Diferencia fundamental entre esa clase de servicio y la clase trabajadora” (MARX, 2011, p. 324).

Como se ve, incluso en este nivel abstracto de análisis, existe una diferencia abismal entre el trabajador que vende el producto por él mismo producido y la actividad vendida directamente en el mercado como servicio. El primero produce riqueza, mientras el segundo la consume, el primero produce mercancía o producto y lo cambia por otro de igual valor, mientras el segundo no produce nada, solo se apodera de parte del valor producido por otros mediante el servicio realizado. El artesano, por ejemplo, no produce riqueza como capital, pero produce riqueza en su acepción general, como valor de uso, soporte del valor que es intercambiado. Ya el servidor [empleado de servicio, ndt] no produce valor alguno, consumiéndolo pura y simplemente, no importa cuán útil sea o no para la sociedad el servicio que realiza.

Es importante notar que el tema en cuestión no es la utilidad de lo que se produce o del servicio realizado, no está en cuestión el hecho obvio de que diversos servicios son imprescindibles para la sociedad y sus respetivos individuos. Lo que estamos discutiendo es el papel de esas actividades en la ampliación o no de la riqueza del modo de producción capitalista. Es únicamente en ese contexto que la utilidad del producto o del servicio no tiene la menor relevancia. Para el capital importa únicamente su autovaloración, no importa si lo que produce son libros, armas o salchichas. Como dice Marx: “ese trabajador productivo” está tan interesado en la mierda que tiene que hacer como el propio capitalista que lo emplea y que no da la mínima para esa porquería” (MARX, 2011, p. 213).

En resumen, el sector de servicio, tal como lo consideramos hasta ahora, además de no producir capital en su forma histórica específica, ni siquiera produce riqueza en su acepción genérica, presente en todas las formas de producción, en tanto mera producción de valores de uso.

Esto es así porque en las “prestaciones de servicios personales, […] el valor de uso es consumido como tal, sin pasar de la forma de movimiento a la forma de cosa” (MARX, 2011, p. 383). He aquí una afirmación fundamental. Al no pasar “de la forma de movimiento para la forma de cosa”, los servicios no crean riqueza alguna, sino tan solo permiten a su ejecutor consumir, mediante su servicio, una cuota de la riqueza producida, aunque con la mediación del dinero. “Por esa razón, tal acto [los servicios] tampoco es un acto productor de riqueza, sino consumidor de riqueza” (destacado nuestro) (MARX, 2011, p. 383).

Parece increíble que buena parte de los estudiosos de Marx en la actualidad no hayan prestado atención a la diferencia nada sutil entre producir y consumir. Entre producir riqueza y consumirla en la forma de renta.

Cabe, entonces, responder a un pregunta fundamental: si todo servicio es mero consumo de riqueza, renta, ¿cómo explicar la acumulación de capital de aquel capitalista que emplea trabajadores no productores de mercancías? Si las actividades no productoras de mercancías no producen siquiera valor, al contrario, los consume, ¿cómo es posible acumular capital empleando meros servidores? Veremos esa cuestión en el próximo ítem, que trata exactamente de la noción del trabajo productivo e improductivo.

Los “servicios” bajo la forma capitalista

Penetremos ahora en el centro del problema. De lo que expusimos arriba, ¿es correcto decir que solo el proletariado industrial, productor de mercancías es productivo? Y, consecuentemente, ¿todos los servicios son indistintamente improductivos? Depende. Dos son los abordajes absolutamente equivocados que intentan sostener esta posición:

  1. En el primero de ellos, se argumenta que solamente el trabajo productor de mercancías es productivo porque, en Marx, trabajo envolvería metabolismo entre hombre y naturaleza, apropiación de los recursos naturales y transformación en algo material; ese abordaje, común entre ciertos lukacsianos, no propiamente en Lukács, es un disparate. El trabajo entendido como metabolismo entre hombre y naturaleza no es fundamento de las sociedades humanas en general sino el trabajo tomado en su forma más abstracta, común a todas las formas sociales. Con esa acepción de trabajo no conseguimos siquiera diferenciar el trabajo asalariado de aquel de los siervos, de los esclavos o del trabajo colectivo primitivo. Lo que fundamenta una forma de sociedad, para Marx, son sus trazos específicos en relación con otras formas de sociedad y no los genéricos. La confusión reposa en el hecho de que Marx siempre parte de las determinaciones comunes a todas las formas sociales –como producto, valor de uso, trabajo concreto, cooperación simple, apropiación del trabajo excedente– y, solamente después, parte para aquellas más específicas, históricas y fundamentales –como mercancía, valor, trabajo abstracto, cooperación industrial, plusvalía–. Según Marx, ya en el Libro Primero de El Capital, esta “determinación de trabajo productivo, tal como resulta desde el punto de vista del proceso simple de trabajo, no basta, de modo alguno, para el proceso de producción capitalista” (MARX, 1996, p. 310). Si no fuese ese el caso, sería productivo para el capital el trabajo de un campesino que produce para su consumo propio y el de su familia.
  2. Otro abordaje dice que para ser productivo basta producir mercancías, siendo improductivos aquellos que no producen mercancías. Ora, esa perspectiva, semejante a la de Adam Smith, también es inadecuada. Para que la producción sea capitalista no basta producir mercancías, lo que existe hace milenios; es necesaria la producción de mercancías bajo el comando de un capitalista, lo que incluye la forma de trabajo asalariado. Si fuese productivo únicamente el trabajo productor de mercancías, el trabajo de un campesino o de un artesano, que vende su producto en el mercado, sería productivo para el capital, lo que es falso.

Dicho esto, veamos, entonces, cómo la cuestión es analizada por Marx.

En primer lugar, en el modo de producción capitalista, la noción de trabajo productivo puede ser vista bajo una doble perspectiva: de su ampliación y, al mismo tiempo, de su restricción. Para comenzar, el capitalismo alarga la noción de trabajo productivo en relación con los modos de producción anteriores. Al final, en ese modo de producción, “el carácter cooperativo del propio proceso de trabajo amplía […] necesariamente el concepto de trabajo productivo y de su portador, el trabajador productivo” (MARX, 1996b, p. 136). Ahora, para “trabajar productivamente, ya no es necesario […] poner personalmente la mano en la obra; basta ser órgano del trabajador colectivo, ejecutando cualquiera de sus subfunciones” (MARX, 1996b, p. 136). Como se nota, en el capitalismo, en la “categoría de trabajadores productivos figuran naturalmente los que, sea como fuere, contribuyen para producir la mercancía, desde el verdadero trabajador manual hasta el gerente, el ingeniero (distintos del capitalista)” (MARX, 1974, p. 136). Aquí tenemos claramente un alargamiento de la noción de trabajo productivo. Desde el punto de vista histórico, esa ampliación es de la más alta relevancia, al final, en sociedades como la de la Grecia antigua, el pensamiento y la ciencia permanecían, por regla general, al margen del proceso de trabajo, siendo, por lo tanto, improductivos. Ahora, un trabajador intelectual, desde que esté inmerso en el trabajo colectivo de una empresa capitalista productora de mercancías, es un trabajador productivo.

A continuación, Marx explica que, por “otro lado, […] el concepto de trabajo productivo se estrecha. La producción capitalista no es solo producción de mercancía, es esencialmente producción de plusvalía” (MARX, 1996b, p. 136). Ora, lo que garantiza la acumulación de capital por parte de un capitalista no es el tipo específico de valor de uso que este ofrece a los consumidores en el mercado, tampoco la naturaleza específica del trabajo que comanda, sino la extracción de plusvalía de aquel que vende su fuerza de trabajo como mercancía. De eso se desprende que solo “es productivo el trabajador que produce plusvalía para el capitalista o sirve a la autovalorización del capital” (MARX, 1996, p. 136).

Tenemos, claramente, un estrechamiento de la noción de trabajo productivo, ya que, ahora, no basta con que exista metabolismo entre hombre y naturaleza, no basta tampoco producir mercancías, sino que es necesario producir mercancías bajo la forma capitalista. No obstante, ¿qué decir de aquellas actividades explotadas bajo la forma capitalista pero que, todavía, no producen mercancías?

En Teorías de la Plusvalía esta cuestión es desarrollada de forma precisa. Según Marx, “solo el trabajo que produce capital es trabajo productivo” (MARX, 1974, p. 136). “Así, también queda absolutamente establecido qué es trabajo improductivo. Es trabajo que no se cambia por capital, sino directamente por renta, o sea, por salario o ganancia” (MARX, 1974, p. 136). En otras palabras, las definiciones de trabajo improductivo y productivo “no devienen de la calificación material del trabajo (ni de la naturaleza del producto ni del destino del trabajo como trabajo concreto) sino de la forma social determinada, de las relaciones sociales de producción en que él se realiza” (MARX, 1974, p. 136). Al final, es “una definición del trabajo, la cual no deriva de su contenido o resultado, sino de su forma social específica” (MARX, 1974, p. 138). Así considerado, “un actor, por ejemplo, incluso un payaso, es un trabajador productivo si trabaja al servicio de un capitalista (o empresario), a quien restituye más trabajo de lo que recibe por él en la forma de salario”. Por otro lado, “un sastre que va a la casa del capitalista y le remienda los pantalones, proveyéndole solo valor de uso, es trabajador improductivo” (MARX, 1974, p. 137).

En este punto, la mayor parte de los comentaristas encierra la cuestión. Trabajo productivo es aquel productor de plusvalía para un capitalista, de donde se desprende que no existe diferencia social alguna entre el trabajo productor de mercancías y el trabajo no productor de mercancías, en tanto produzcan, ambos, plusvalía. No perciben, por ejemplo, que al considerar que solo el trabajo productor de plusvalía es productivo, Marx dice, en el Libro Primero de El Capital, que la acepción de trabajo productivo “se estrecha”, antes de ampliarse. O sea, para ser productivo, además de producir mercancía, tiene, también, que producirla bajo el comando de un capitalista. Ora, ¿cómo explicar, entonces, las afirmaciones taxativas de Marx de que un profesor, cantor o payaso, desde que sean productores de plusvalía, son trabajadores productivos? ¿Cómo salir de esa desconcertante paradoja?

Ocurre que la mayor parte de los autores que trataron de la presente cuestión se olvidaron de un pregunta fundamental: ¿productivo con relación a qué? Solamente una razón metafísica puede hablar de algo productivo en sí mismo, productivo en general, así como absolutizar cualquier noción o categoría. Antes de responder a la cuestión de si tal o cual trabajo es productivo, es necesario aclarar a qué se refiere tal productividad. Veamos un ejemplo. En las Teorías de la Plusvalía, Marx observa que todo “servicio es productivo para quien lo vende. Jurar en falso es productivo para quien lo hace por dinero vivo. Falsificar documentos es productivo para quien es pago por eso. Asesinar es productivo para quien es pago por el homicidio. El negocio de sicofante, delator, malandra, parásito, adulador es productivo, desde que tales ‘servicios’ sean remunerados” (MARX, 1974, p. 275). Ora, en la exacta medida en que tales actividades rinden dinero para aquel que las vende, ellas son productivas en relación con el vendedor, aun cuando no produzcan absolutamente nada para la sociedad y, en ese sentido, sean, en relación con la sociedad, improductivas. Ora, para un campesino que produce para su consumo propio, su trabajo es ciertamente productivo con relación a él, pero no lo es para la sociedad que nada recibe, menos aún para el capital, pues no hay acumulación del trabajo no pago en la forma de plusvalía.

En ese sentido, la cuestión es la siguiente: en los fragmentos en que trata de las actividades no productoras de mercancías como productivas, Marx se refiere a productividad del trabajo en relación con el capitalista individual que lo emplea, no en relación con la sociedad en su conjunto, al capital total por ella producido. Veamos la cuestión detalladamente.

Luego enseguida de precisar la noción de trabajo productivo e improductivo en las Teorías de la Plusvalía, dice Marx: “Trabajo productivo e improductivo siempre son vistos ahí desde el ángulo del dueño del dinero, del capitalista” (MARX, 1974, p. 137). Y realmente, desde el punto de vista de un capitalista individual, poca diferencia hace si su capital es empleado en la industria automovilística, en una universidad privada o en un circo, lo que interesa es la plusvalía y la ganancia que este consigue obtener por medio de la explotación del trabajo asalariado. No obstante, la riqueza entra en la esfera del servicio en la medida en que es redistribuida por medio de la circulación de mercancías, o sea, en la medida en que tales servicios son consumidos por capitalistas y trabajadores.

En ese sentido, ser productivo en relación con el capitalista individual no coincide necesariamente con ser productivo en relación con la sociedad. En el comercio, por ejemplo, a pesar de que comerciante acumula capital con la explotación de los trabajadores que emplea, él no produce un solo átomo de valor y capital, apenas se apropia de parte de la plusvalía producida en la esfera de la producción. No sin razón, al tratar del capital comercial como improductivo, Marx varias veces explicita que está refiriéndose a productividad en relación con la sociedad. Por ejemplo, en el Libro Segundo, luego de ilustrar cómo el caso de un agente comercial que trabaja ocho horas para pagar su salario, cediendo dos horas excedentes a su empleador, dice que “la sociedad no paga esas dos horas de trabajo excedente, aun cuando hayan sido gastadas por el individuo que lo ejecuta” (MARX, 2015, p. 212). No obstante, “la sociedad no se apropia, por medio de ese trabajo, de ningún producto o valor adicional” (MARX, 2015, p. 112). Más adelante, dice todavía que “la división del trabajo, la autonomía de una función, no la convierte en creadora de producto y de valor si ella no lo es en sí, o sea, ya antes de su autonomía” (MARX, 2015, p. 214). Claro está, por lo tanto, que Marx se refiere, aquí, a la productividad del trabajo en relación con la sociedad y no al capitalista individual.

Lo mismo ocurre con relación a los trabajadores no productores de mercancía, aunque esa redistribución se opere por medio del consumo de los servicios por trabajadores y capitalistas y no en la transacción entre dos ramas distintas del capital, como es el caso del capital comercial. Esto queda claro en el Capítulo Inédito de El Capital, cuando Marx dice que “un maestro de escuela que es contratado con otros para valorizar, mediante su trabajo, el dinero del empresario de la institución que trafica con el conocimiento es un trabajador productivo”, no obstante, complementa luego enseguida: incluso “así, la mayor parte de esos trabajadores, desde el punto de vista formal, apenas se someten formalmente al capital… pertenecen a las formas de transición” (MARX, 1975, p. 99). O sea, desde el punto de vista de la sociedad, desde el punto de vista de la relación entre universidad privada y los demás capitales individuales, tenemos apenas intercambio simple de mercancía. Motivo por el cual la “fábrica de enseñanza” no produce valor pero recibe valor de la sociedad por el servicio que ella ofrece. En seguida, Marx dice de manera aún más clara:

“En suma, los trabajos que solo se disfrutan como servicios no se transforman en productos separables de los trabajadores –y, por lo tanto, existentes independientemente de ellos como mercancías autónomas– y, aun cuando puedan ser explotados de forma directamente capitalista, constituyen grandezas insignificantes si los comparamos con la masa de producción capitalista. Por eso, debe ponerse de lado a esos trabajadores y tratarlos solamente a propósito del trabajo asalariado que no es simultáneamente trabajo productivo” (MARX, 1975, p. 99).

En este pasaje aclarativo, Marx no considera insignificante las grandezas provenientes de los “trabajos que solo se disfrutan como servicios” en función de su reducido número en la sociedad, como comúnmente se interpreta. Su grandeza es insignificante, conforme la argumentación del pasaje, por el hecho de que estos trabajos no se transforman “en productos separables de los trabajadores”. Esto es así, no tanto por la materialidad de la mercancía en sí misma sino por el hecho de que esta materialidad constituye el soporte que permite a la mercancía expresar su propiedad social de ser valor. Ya en el caso de los servicios, producción y consumo coinciden, de maneras que “la forma del valor es puesta como forma simplemente evanescente” (MARX, 2011, p. 383). Tanto es así que en otro pasaje, también del Capítulo Inédito, leemos:

“El producto no es separable del acto de la producción. También aquí el modo capitalista de producción solo tiene lugar de manera ilimitada, y solo puede tenerlo, debido a la naturaleza de la cosa, en algunas esferas (Necesito del médico y no de su chico de los recados). En las instituciones de enseñanza, por ejemplo, para el empresario de la fábrica de conocimientos los docentes pueden ser meros asalariados. Casos similares no deben ser tenidos en cuenta cuando se analiza el conjunto de la producción capitalista” (MARX, 1975, p. 103).

El pasaje es claro. Casos como la “fábrica de conocimientos” y todas las demás ramas en que el “producto no es separable del acto de la producción” “no deben ser tenido en cuenta cuando se analiza el conjunto de la producción capitalista”.

En suma, las actividades no productoras de mercancías, los llamados servicios, a pesar de productivas para el capitalista individual, apenas consume en la forma de renta o capital producido por la sociedad. Por ese motivo, están fuera de aquello que Marx denomina capital productivo. Su forma evanescente, en que el “valor” producido es inmediatamente consumido, en que se vende el trabajo en calidad de valor de uso y no su producto, impide que los servicios expresen su propiedad social de ser valor, consistiendo, desde el punto de vista de la sociedad, tan solamente en el consumo de renta o, incluso, en el consumo de los valores existentes a cambio del servicio ofrecido. Esto es así aun cuando esta renta sea apropiada de manera desigual en el interior de una rama dada, proveyendo plusvalía para capitalista individual.

Al no comprender este tema fundamental sobre a qué se refiere la productividad del trabajo, Ernest Mandel (1978) interpreta equivocadamente que Marx habría vacilado a lo largo de los años de 1860 sobre el papel de los servicios, hasta que estableció, justamente en el Libro II de El Capital su posición final de que los servicios serían improductivos, en contradicción con lo que habría dicho en las Teorías de la Plusvalía.

¿Cómo es posible que un rama del capital produzca y, al mismo tiempo, solo consuma el capital existente? Ese aparente absurdo desaparece cuando dejamos de considerar la cuestión a partir de una perspectiva unilateral y abstracta. Aunque tratando de especificidades del capital fijo, una importante cita en el final del Libro Tercero explicita todo lo que desarrollamos en el curso de toda nuestra argumentación respecto de los servicios que se venden como capital:

“… las definiciones fijas de renta y capital se permutan y cambian de lugar entre sí, pareciendo ser, desde el punto de vista capitalista aislado, definiciones relativas que se desvanecen cuando consideramos el proceso global de producción. […] Es posible así contornar la dificultad si imaginamos que lo que es renta para unos es capital para otros, y que esas definiciones nada tienen por eso que ver con la particularización efectiva de los componentes del valor de la mercancía” (MARX, 1981b, p. 969).

Por fin, cabe hacer algunos comentarios sobre la interpretación de Patrick Murray (1998), indicada en el inicio de este artículo. Murray cuestiona que, si fuese el hecho de que los servicios son improductivos en relación con la sociedad, su crecimiento resultaría en el consumo de todo trabajo excedente, de toda plusvalía, volviendo inviable la reproducción del capital. Sucede que en el caso de los servicios no hay redistribución de plusvalía, como ocurre con el capital bancario y con el Estado, cuya plusvalía es redistribuida con la mediación de los intereses y de los impuestos. Los valores migran para el sector de servicios cuando capitalistas y trabajadores consumen los servicios disponibles en la sociedad. Por lo tanto, la parte del capital total producido por el capital industrial es dividida con el capital no productor de mercancías, los llamados servicios, por medio del consumo individual, cuyo origen es el capital variable y no la plusvalía. Como dice Marx en el Libro Segundo de El Capital “hay solamente dos puntos de partida: el capitalista y el trabajador. Todas las terceras categorías de personas tienen o que recibir dinero de esas dos clases por prestaciones de servicio o, en la medida en que lo reciben sin ninguna contrapartida, son coposeedoras de plusvalía en la forma de renta, interés etc.” (MARX, 2015, p. 429).

Es importante destacar que el crecimiento del sector de servicios abre sí nuevos horizontes de investigación, por ejemplo, si habría o no ocurrido un aumento de los salarios medios nacionales por el hecho de que se ha incorporado una gama de servicios como necesidad de subsistencia para los trabajadores. Incluso así, tales cuestiones no poseen implicaciones directas sobre la caída tendencial de la tasa de ganancia, como quiere Murray.

Dicho esto, esbozamos, en el cuadro abajo, sumaria y esquemáticamente, las conclusiones hasta ahora alcanzadas:

Tendencia al aumento creciente de los servicios

A pesar de todo, ¿estas reflexiones de Marx no estarían envejecidas en función del enorme espacio cuantitativo que los servicios ocupan en la sociedad capitalista actual? Ora, a diferencia de lo que comúnmente se dice, Marx ya señala en los Grundisse la tendencia de la sociedad capitalista en hacer crecer, cada vez más, el número de trabajadores afectados en actividades no productoras de mercancía. Esto es así, en primer lugar, en función de la productividad creciente del trabajo. Al final, en la medida en que una clase de individuos “es forzada a trabajar más que lo necesario para la satisfacción de su necesidad –es porque [hay] trabajo excedente, de un lado; del otro, [existe] no trabajo y riqueza excedente” (MARX, 2011, p. 325). En Teorías de la Plusvalía, Marx es aún más explícito al respecto: la “otra causa de ser grande el número de los sustentados por renta es la circunstancia de ser grande la productividad de los trabajadores productivos, esto es, su producto excedente que los servicios consumen. En este caso, en lugar del trabajo de los trabajadores productivos no ser productivo por haber tantos servidores, hay tantos servidores por ser él tan productivo” (MARX, 1974, p. 272).

Lo que tiende a decrecer, u ocupar un espacio cada vez más insignificante en la sociedad capitalista, según Marx, son los servicios vendidos directamente por su ejecutor para el consumidor final, esto es, los servicios como intercambio simple de mercancía en su forma típicamente pequeñoburguesa. Ya bajo empleo de un capitalista, como vimos, la tendencia es opuesta.

Por eso, en lo que “dice respecto a la sociedad como un todo, la creación del tiempo disponible, consecuentemente, [es] también creación del tiempo para la producción de ciencia, arte, etc.” (MARX, 2011, p. 324). Por fin, Marx menciona todo un conjunto de sectores de la sociedad que viven de la renta y no de la producción:

“En la propia sociedad burguesa, forma parte de esa rúbrica o categoría todo cambio de prestación de servicio personal por renta –del trabajo para el consumo personal, cocina, costura, etc., jardinería, etc., hasta las clases improductivas, empleados públicos, médicos, abogados, intelectuales, etc. Todos los criados domésticos, etc. Por medio de sus prestaciones de servicios […] todos estos trabajadores, desde el más humilde hasta el más elevado, consiguen para sí una parte del producto excedente, de la renta del capitalista (MARX, 2011, p. 385).

Como se ve, el aumento del sector de servicios solo eleva el peso social del sector que produce la riqueza por ellos consumida. Contradictoriamente, el crecimiento numérico del sector de servicios, solo eleva su dependencia frente a los sectores productores de mercancías. Lejos de negar los pronósticos de Marx, el crecimiento del sector de servicios solo los refuerza y confirma.

Referencias

MARX, Karl. O Capital: Crítica da Economia Política. São Paulo: Abril Cultural, 1996. Livro primeiro, Tomo 1.

MARX, KARL. O Capital: Crítica da Economia Política. São Paulo: Abril Cultural, 1996b. Livro primeiro, Tomo 2.

MARX, Karl. O Capital Livro II. Rio de Janeiro: Boitempo Editorial, 2015.

MARX, Karl. Teorias da Mais Valia. História crítica do pensamento econômico. Rio de Janeiro: Civilização Brasileira1974. v. 1.

MARX, Karl. Teorias da Mais Valia. História crítica do pensamento econômico. Rio de Janeiro: Civilização Brasileira1980. v. 2.

MARX, Karl. Grundrisse. Rio de Janeiro: Boitempo Editorial, 2011.

MARX, Karl. Capítulo Inédito D’o Capital. Porto: Escorpião, 1975.

BENSAÏD, Daniel. Os irredutíveis: teoremas da resistência para o tempo atual. São Paulo: Boitempo, 2008.

MANDEL, Ernest. ‘Introduction’ to Karl Marx, Capital, Volume 11, trad. David Fernbach, 1978.

MURRAY, Patrick. Beyond the “commerce and industry” picture of capital. In: Arthur, C. and Reuten, G. (eds.) The Circulation of Capital: Essays on Volume Two of Marx’s Capital. London: Macmillan, 1998.

Artículo publicado originalmente en portugués, en Teoria & Revolução, sección Capital e Imperialismo, 09/09/2017. (http://teoriaerevolucao.pstu.org.br/o-lugar-dos-servicos-em-o-capital-de-marx/)

Traducción: Natalia Estrada.