Por Coco Arce

En un principio, parecía que el “Marito está haciendo bien las cosas” o “Marito se puso los pantalones largos” reemplazaría al “Desastre ko Marito”, pero la realidad está demostrando lo contrario. Sigue siendo un desastre.

Lo primero que hizo Marito fue endeudarnos hasta por 1.600.000.000 dólares más para hacer frente a la pandemia. ¿Era la única forma de conseguir dinero para enfrentar al mortal virus? No, hay muchas alternativas, pero significarían tocar el bolsillo de sojeros, ganaderos, banqueros, tabacaleros y otros multimillonarios.

Quinientos millones de dólares sería para el Ministerio de Salud Pública, pero hasta hoy los médicos se quejan porque no tienen las ropas de bioseguridad adecuadas y en muchos casos, ni tapabocas. Ni hablemos de lentes o máscaras.

Otra porción grande de esa línea de crédito iría para las “familias vulnerables”, los que quedarían sin empleo y los trabajadores “informales”. Para ello, crearon un programa: Ñangareko. Rápidamente se inscribieron más de 500.000 personas que recibirían 500.000 guaraníes cada una. Hoy no se escucha otra cosa en las radios y canales de TV que no sean las quejas de los inscriptos porque no llega la ansiada ayuda. El ministro Roa admitió que solamente se pudo transferir dinero a 38.000 personas. “Ministro ijapu” gritaban pobladores de los bañados de Asunción que salieron a manifestarse en estos días en las calles.

Aquellas familias que reciben los kits escolares se quejan porque son muy pocos los que han recibido hasta ahora. “Esta semana santa no habrá plata ni para la chipa”, dijo una señora por TV.

La desesperación popular sube de tono y se vuelve peligrosa, por eso el Ministerio de Hacienda sacó un nuevo programa de ayuda: Pytyvô, que es lo mismo que Ñangareko –también unos 500.000 guaraníes-, pero para otro sector de la población, el de los trabajadores de la economía informal, que estiman en unos 1.500.000.

El gobierno no sabe cómo hacer para repartir casi 500.000 dólares que tiene para ayuda a los más necesitados. Hasta ahora, hizo muy poco. «Es que todo esto es muy nuevo para nosotros» es lo que atinan a decir y piden que se tenga paciencia, pero el hambre arrecia y la gente está disconforme.

Aún no ha llegado a nuestro país el tsunami de casos. Y es de esperar que no llegue porque esto se pondrá muy feo. No quiero ni pensarlo. Las cifras que manejan las autoridades sanitarias y médicos epidemiólogos son espeluznantes. Por de pronto, el gobierno, muy diligente, ya compró 1000 bolsas mortuorias y puso el horno de la SENAD a disposición para cremar a los muertos.

¡Desastre ko Marito!