Por el PSTU Argentino

Los detallados apuntes en cuadernos “Gloria” realizados por Oscar Centeno (exchofer en el Ministerio de Planificación), abrieron la puerta de un escándalo político de proporciones desconocidas, que puede hundir no solo al kirchnerismo sino al actual gobierno y a los principales empresarios del país. Un escándalo que demuestra una vez más la criminalidad de la patronal y sus partidos, del actual Gobierno; y que evidencia la necesidad de ponerle fin al gobierno de Cambiemos lo antes posible

Agosto arrancó con todo para el circo mediático oficialista: la delación de quien fuera el chofer del ex funcionario k Rodolfo Baratta (uno de los allegados de Julio De Vido) aportó pruebas y detalles de todo tipo sobre el cobro de coimas en los gobiernos anteriores, prolijamente anotada en cuadernos escolares. Pero no pasaron muchos días hasta que jefes de las empresas más importantes del país- incluyendo al primo y socio de Macri, Ángelo Calcaterra- se vieran involucrados en la causa como aquellos que pagaron las coimas; aunque el juez que lleva adelante la causa, el impresentable Claudio Bonadío, no haya mandado a detenerlos.

Así, este intento del gobierno de poner el foco de la bronca popular en la oposición kirchnerista; no solo no le dio resultados, sino que se le vuelve en contra; y se le puede volver aún más en contra teniendo en cuenta que la familia Macri amasó su bestial fortuna a través de los negocios con el estado.

En medio de ajustes, tarifazos e inflación, de la muerte de Sandra y Rubén en la escuela 49 de Moreno, y del escándalo por los aportantes truchos; solo la acción de un juez adicto a Cambiemos como lo es Bonadío impide (por ahora) que el escándalo de las coimas acabe por hundir al gobierno y a los principales empresarios del país. Y aún así, las repercusiones internacionales del caso causaron la caída de las acciones argentinas en las principales bolsas, la suba del “riesgo país”, y desalentaron inversiones extranjeras; esas que Cambiemos viene prometiendo como la solución a todos los problemas.

Ahora Bonadío subió la apuesta llevando a CFK a indagatorias, mientras que ella pidió la recusación de este juez; al tiempo que una de las máximas multinacionales de base argentina, el grupo Techint, va quedando en el centro del escándalo. Como se puede ver, se está gestando una tormenta política que nadie sabe cómo puede terminar

Sin corrupción no hay capitalismo

Lo que va quedando en claro con este desfile de pagadores y cobradores de coimas, sumado a los escándalos anteriores, es que la corrupción es la esencia de la actividad del estado burgués, gobierne quien gobierne. Y ni siquiera es una particularidad argentina: además de Brasil (donde aún trascurre un proceso político-judicial que inició de manera parecida al de los “cuadernos k”), situaciones similares suceden en Paraguay, México, Colombia; e incluso países ricos como España, Italia, y el mismo EE.UU. Y no hay que olvidar escándalos anteriores como los Panamá Papers.

Lejos de ser una casualidad, esta ola mundial de corrupción es solo un síntoma de la decadencia del capitalismo: como no se pueden expandir los mercados, como la economía mundial genera cada vez menos riquezas; estas se van concentrando en sectores cada vez más reducidos, sectores cuya competencia cada vez más feroz los lleva a estrechar sus vínculos con el estado (ya de por sí defensor de ricos y empresarios), a través de la compra de voluntades políticas mediante sobornos y favores. De más está decir que estos chanchullos nos terminan afectando directa o indirectamente a los trabajadores y a los pobres.

La lucha obrera puede ponerle fin a este robo

Siendo un mal cada vez más grande, no se puede confiar en que los corruptos se juzguen a sí mismos; que una pandilla de chorros encarcele a otra no es ninguna mejora. Es necesario que la lucha obrera y popular se encargue de barrer a todos los corruptos, políticos y empresarios.  Hay que movilizarse para que vayan todos presos, que nadie quede impune con la excusa de haber “colaborado” delatando a sus cómplices. Hay que exigir que los corruptos y corruptores sean juzgados por tribunales y jurados populares, y que los bienes de los corruptos sean confiscados; así como exigir la expropiación bajo control obrero de toda empresa involucrada en casos de corrupción. Hay que luchar para que los trabajadores de las empresas contratistas del estado puedan controlar la contabilidad de las mismas, para controlar que no apliquen sobreprecios o blanqueen coimas; y que las licitaciones sean realizadas por comisiones obreras y populares. Hay que imponer como norma que todo funcionario sea removido de su cargo si no puede explicar sus bienes, o su declaración jurada es dudosa, o tiene cuentas en el extranjero.

La lucha obrera y popular puede hacer retroceder a la corrupción. Pero no habrá un gobierno verdaderamente honesto hasta que sean las organizaciones obreras y populares las que gobiernen; reemplazando a la corrupción hecha forma de gobierno, por la democracia de los trabajadores, y a los negociados de unos pocos por la planificación de la economía al servicio de las necesidades de la sociedad. Ese es el objetivo de la propuesta que desde el PSTU hacemos a todos los luchadores y luchadoras.